La autocomplacencia ha mutado

Neymar vio la amarilla ante la Juventus

Neymar vio la amarilla ante la Juventus / EFE

Ivan San Antonio

Ivan San Antonio

La autocomplacencia es dejarse ir, abandonar lo que eres hasta el punto de no poder volver atrás para ser el mismo. Ronaldinho contrajo el virus de la autocomplacencia y contagió a sus compañeros que, cuando quisieron curarse, comprobaron que ya era demasiado tarde: Rijkaard lo acabó pagando, pero también el brasileño, junto a Deco. Aquella enfermedad tenía solución, podía atacarse con muchas probabilidades de éxito. Guardiola cogió el bisturí y, con un par de intervenciones valientes, dijo “aquí mando yo”. Afortunadamente, Eto’o le hizo ver que con él se estaba equivocando.

Pero el virus ha mutado. La autocomplacencia ya no expresa sus síntomas de forma regular, durante toda una temporada, ni tampoco siempre en los mismos jugadores. Lo hace de forma selectiva, como en La Coruña, París, Turín o Málaga. A veces el paciente parece estar absolutamente sano, como en la remontada ante el PSG o el partidazo ante el Sevilla en el Camp Nou. Es imposible saber cuándo volverá a dar señales de vida. Y eso hace que la solución sea mucho más difícil de encontrar. ¿Basta con un cambio de entrenador? ¿Basta con que el nuevo técnico sea valiente? ¿Hay que mostrar la puerta de salida a algún futbolista en concreto cuyo virus lo convierte ya en inservible? De las respuestas que el club dé a estas preguntas dependerá el éxito o el fracaso de las próximas temporadas. Habrá que tener precisión cirujana para curar la enfermedad sin provocar daños colaterales irreversibles.