El Madrid pierde las comparaciones

El once que presentó Zinedine Zidane para afrontar la final de la Champions

El once que presentó Zinedine Zidane para afrontar la final de la Champions / AFP

Ernest Folch

Ernest Folch

La duodécima ha dado alas al madridismo, que está todavía emborrachándose con los éxitos de Zidane. La alegría es comprensible, sobre todo porque los resultados ratifican la hegemonía blanca en Europa de los últimos años: tres Champions en cuatro años o ser el primer equipo en conquistar dos seguidas le sitúan en un escalón privilegiado de la historia. Ahora bien, como era de esperar, la euforia blanca está empezando a desbordarse peligrosamente y ya hay quien intenta reescribir la historia a lomos de la duodécima. Y es que hemos empezado a leer y a escuchar estos días comparaciones pretendidamente serias entre el Madrid de Zidane con el Barça de Guardiola, síntoma de que el madridismo todavía no ha digerido el sufrimiento por el que pasó en los años gloriosos del Barça. Conquistado un doblete con toda justicia, una parte del entorno blanco empieza a confundir los títulos con el juego y se ha lanzado a compararse con el Barça de Messi, Iniesta y Xavi, el mejor conjunto que ha visto jamás el fútbol. Porque una cosa es que el Real Madrid haya conquistado con merecimiento la Champions y otra muy diferente es que se le reconozca el primer lugar en el Olimpo de este deporte. 

El Madrid ha demostrado una impresionante pegada, una profundidad envidiable de plantilla y una extraordinaria ambición para competir en las grandes citas, pero de ahí a querer disputarle al Barça el título oficioso de mejor equipo de la historia media un abismo. Con el paso de los años hemos entendido que el madridismo vivió aquella hegemonía blaugrana como un calvario y una humillación, quizás por ello ahora muchos se precipitan a coger el atajo de la historia. Ganar es muy difícil, pero enamorar a medio mundo solo está al alcance de los elegidos. Si el Madrid quiere de verdad entrar en la gloria deberá ser todavía mucho más exigente. Por mucho que una mentira se repita un millón de veces no pasa a ser verdad: por muchos megáfonos que lo proclamen, el Madrid de Zidane, de momento, pierde todas las comparaciones con el de Guardiola.