Luis Enrique, nuestro 'pato cojo'

Luis Enrique no quiere confianzas de cara al duelo en La Rosaleda

Luis Enrique no quiere confianzas de cara al duelo en La Rosaleda / Javi Ferrandiz

E. Pérez de Rozas

E. Pérez de Rozas

Es todo muy raro, que no retorcido. No sé, tiene su explicación, desde luego, y hasta su lógica. Pero ¿sólo él está cansado, sólo él necesita vacaciones, sólo él se tomará un año sabático? Cierto, la responsabilidad del entrenador jefe no tiene nada que ver con la del segundo, con la del tercero, con la de todo el equipo técnico y, por supuesto, nada que ver con el psicólogo, que ya veo que no ha podido convencer a Luis Enrique de que siga o de que se tome el fútbol de una manera menos pasional y/o estresante.

Pero, una vez, anuncias que no renuevas, debes ser claro, cristalino. Igual sí lo fue y los demás no lo entendimos y nos montamos películas sobre la posibilidad de que entrenase a otro equipo. Pero es verdad “dónde voy a estar mejor que aquí”. Se va a la cuarta escalera de la playa de San Lorenzo, de Gijón, y punto.

Se va y, de pronto, un grupo periodístico muy poderoso empieza nombrar y renombrar a Juan Carlos Unzué como sustituto. Pero ni el club ni mucho menos Luis Enrique, su amigo del alma, abren la boca. Qué diferencia ¿verdad? con respecto a la valiente, rápida y meditadísima respuesta de Andoni Zubizarreta cuando Pep Guardiola dijo, de un modo muy parecido (bueno, idéntico ¿no?, también estaba agotado, aunque el de Santpedor llegó a decir que no seguía porque, al final, podrían hacerse daño) que lo dejaba: pongo a Tito Vilanova y se acabó, pensó Zubi. Bueno, no se acabó, no, sino que empezó el ruido de verdad.

Robert Fernández sabía que Luis Enrique, que ya le había avisado en verano (“igual es mi última temporada”), no le iba a traicionar, ni siquiera le llevaría al último mes de campaña, sino que lo anunciaría (que seguía o se iba) con tiempo suficiente para que el Barça preparase la alternativa. “Luis ama tanto, tanto, al Barça, que es incapaz de hacerle una jugarreta, incapaz de llevarnos a un callejón sin salida, incapaz. Eso es lo único que no me preocupa del final de temporada: Lucho siempre actuará a favor del Barça”, me contó un día de invierno Robert Fernández.

Luis Enrique se encuentra, pues, en la época del pato cojo, la expresión que define los últimos meses de un presidente de EE.UU., que agota su mandato sabiendo que abandona, que se va, que no puede ser reelegido porque ya ha agotado todos los plazos. Leí el otro día de donde viene, dicen, esa acepción. El primer uso de pato cojo se atribuye a la Bolsa de Londres, en 1761, para describir a “un especulador que ha adquirido unas opciones de compra a las cuales no puede hacer frente”. En un mercado donde hay bulls (toros, que apuestan al alza) y bears (osos, que apuestan a la baja), un pato cojo es alguien que no puede seguir al grupo y que, por tanto, cae víctima de los depredadores. Pato cojo sería, pues, la expresión coloquial de alguien que no paga sus deudas. No creo que Luis Enrique deje deudas sin pagar, más bien no para de pagar deudas.

Lo que sorprende, desde luego, es que el Barça y, muy especialmente, Josep Maria Bartomeu y Robert Fernández, no hayan tomado (y comunicado) su valiente decisión. Es decir, nombrar al sucesor de Lucho. Me resisto a pensar, porque me parece poco serio, que estén esperando los resultados. Si el 8 de 10 de Luis Enrique aumenta a un espectacular 11 de 13, ¡puro escándalo!, sería, digo, cosa de Lucho y solo de Lucho (o de Messi, o de Neymar, o de Suárez, o de Iniesta, o de Piqué….), por lo que el papel de Unzué en estas conquistas sería secundario (y nunca mejor dicho). Nunca oí ni leí que a Jorge Sampaoli se le ha caído el Sevilla por culpa de Juanma Lillo. Tampoco oí ni leí que el Sevilla, que hace poco se iba a comer el mundo, la Liga y hasta la Champions, era cosa de Lillo.

Si de algo estoy seguro es que Luis Enrique, que, insisto, ha pagado todas sus deudas (y más), también se llevará este secreto a La Escalerona. A mí (pero yo soy muy raro), me parecería de cine que apadrinase, públicamente, el ascenso de Unzué porque, como dice mi amigo del alma Luis Cuesta, uno de los sabios más sabios del mundo de la publicidad, “a mí que no me den, que me pongan donde hay”. Y yo ya demostraré mi valía. Otra cosa es que Lucho se lo haya dicho al oído a Barto o a Robert. Que también puede ser. Y solo un apunte más: que lo sepan, si Xavi Hernández tuviese ya el carnet de entrenador o su cuenta corriente ya contase con los dígitos suficientes para tooooooda su familia, sustituiría ¡ya! a Luis Enrique. Pero Catar es una mina y no hay prisa.