Los agentes, los nuevos 'putos amos'

Neymar da Silva y Neymar Junior durante un acto del Instituto benéfico que lleva su nombre en el verano de 2016

Neymar da Silva y Neymar Junior durante un acto del Instituto benéfico que lleva su nombre en el verano de 2016 / AFP

E. Pérez de Rozas

E. Pérez de Rozas

Hubo un tiempo en que la UEFA decía defender, cuidar, mimar el fútbol y su equilibrio. Sonaba a falacia, pero lo decía y había cierta posibilidad de creérselo. Ahora (y no lo digo, no, por favor, por la detención de Ángel María Villar, su ya exvicepresidente) ya solo les interesa (y descaradamente) el ‘show business’. ¿Hasta qué extremo?, hasta el final, hasta el extremo total, hasta el infinito… del dinero.

El fútbol (y no me refiero solo al precio al que se ha puesto el kilo de futbolista, incluso el del ‘pelotero’ mediocre) se ha convertido en un mercado persa sin leyes. Ni siquiera se cumplen las leyes de la propia UEFA. Mientras en el deporte norteamericano (eterno ejemplo a seguir, sea cual sea la especialidad), no se producen jamás traspasos, buscando siempre el equilibrio deportivo (incluso ofrecen el mejor canterano al peor equipo para mejorarlo), la riqueza del negocio la genera el propio espectáculo, el mismo deporte, en el fútbol europeo la riqueza del deporte, del negocio, del ‘show business’, la genera la compra y venta de futbolistas. En EE.UU., el deporte es cosa de propietarios y clubs y, en Europa, el fútbol es cosa de agentes (llamativamente milmillonarios) y futbolistas. Un auténtico escándalo.

El Mónaco, acosado, asediado, arrinconado, vilipendiado para arrebatarle a Kylian Sanmi Mbappé Lottin, acaba de pedir a la UEFA que le proteja, que le ampare, después de ver fotografías de algún que otro mánager, director general o, incluso, entrenadores de equipos rivales con su estrella. Pero no hace falta mirar al Mónaco, el conjunto de moda de la pasada temporada, no, basta con saber, con leer, con ver que Neymar da Silva Santos Júnior, capaz de perder lamentablemente los nervios ante un compañero suyo en el entrenamiento de ayer, prueba de que se va y no sabe cómo decirlo, tiene contrato en vigor (¡nuevo contrato!, perdón) hasta junio del 2021 y está negociando con el PSG. Y, para no ser menos, su compatriota Philippe Coutinho acaba de renovar ¡Dios, qué escándalo, de verdad! por el Liverpool hasta junio de 2022 y está negociando con el Barça.

Pero, bueno, ¿no habíamos quedado que nadie puede hablar, tocar, sondear, indagar alrededor de un futbolista que tenga contrato en vigor hasta seis meses antes de que concluya ese acuerdo? Pero, amigos, hecha la ley, hecha la trampa. Y máxime ante la nueva UEFA del ‘show business’, nada que ver con aquella que protegía el juego y el equilibrio. De forma y manera que los implicados, PSG y Barça, pueden decir que ellos no han hablado (ni tocado) a los jugadores y sí a sus agentes, sean padres, hijos o el mismísimo espíritu santo.

La UEFA, no solo mira hacia otro lado, cero escandalizada, sino que, en una entrevista a ‘La Gazzetta dello Sport’, un tal Andrea Traverso, algo así como responsable de licencias y controlador del ‘fair play’ financiero (¡me río yo!, de verdad, jajaja), asegura que no puede impedir que Manchester City y PSG se gasten cientos de millones de euros, “pues los tienen”. Alguien que piensa así y ha de procurar equilibrar el deporte jamás impedirá que los agentes de los futbolistas se hayan convertido, en efecto, en los dueños del deporte, del negocio, del ‘show business’. Por eso Josep Maria Bartomeu, que ya sabe que ‘Ney’ se va, dice que “al final, los que deciden son los futbolistas”, aunque nadie, nadie, hable con ellos.

Si el que debe cuidar que su deporte, su negocio, su espectáculo cumpla las leyes, las normas y, sobre todo, los principios negociadores acordados, mira hacia otro lado, dando la sensación de que le da igual cómo, cuándo y a qué precio se hagan las operaciones (por cierto, en la que no hay ni uno solo de los 25 mejores futbolistas del mundo), se hace el sordo y el ciego, no es de extrañar, pues, que el fútbol viva eternamente bajo sospecha, sabedores todos nosotros ¿verdad? que todo lo que se cuenta, escribe y publica es solo el 5% de lo que sucede en la realidad.

Es más, cuando yo digo que los periodistas deberíamos ir a juicio cada vez que insinuamos lo que se puede pagar por un jugador o lo que va a ganar de ficha (esto tampoco es el deporte USA, donde las cifras son transparentes) y nunca, jamás, se querellan con nosotros, es porque, probablemente, las cifras son aún más escandalosas de lo que publicamos. Por eso no nos piden nunca las pruebas.