TEATRO DEL BUENO

Jugadores y aficionados

El vuelo del Barça no fue nada plácido para los jugadores

El vuelo del Barça no fue nada plácido para los jugadores / sport

CARLES SANS

AQUELLOS QUE NOS dedicamos al espectáculo sabemos que el objetivo final de nuestro trabajo es el público. Él es quien finalmente decide si aquello que haces es bueno o es malo. Simplificado, pero es la pura realidad, y es muy importante que eso no se olvide. Como tampoco el público debe olvidar que una persona popular no puede estar siempre en “modo” estoy dispuesto a ser sociable a tiempo completo. 

Esto viene a cuento por lo que se ha dicho últimamente acerca de si los jugadores son suficientemente receptivos con los aficionados. Sinceramente, a veces no me gusta la actitud de algunos de aquellos en los recibimientos de la afición, cuando, después de horas de espera, alguno solicita una foto o un autógrafo, y se le ignora. Hay aficionados que se conforman con un saludo o una simple sonrisa. Y, para ser justos, hay jugadores que se detienen a firmar; pero otros, la mayoría, se protegen bajo los aparatosos cascos musicales y haciéndose los ausentes. 

Los que gozamos de una cierta popularidad, que en el caso del teatro dista un universo de la que se goza en el fútbol, damos por natural la presencia del incondicional en todo aquello que hacemos. Yo mismo, si no fuera porque procuro no olvidarlo, podría llegar a parecerme normal que el teatro en el que actúo esté lleno, cuando lo más usual en esta profesión, por desgracia, es que no lo esté. Llegar a un teatro, como a un campo de fútbol, y verlo a rebosar, pasa por la voluntad de un número determinado de personas que han decidido desplazarse para verte a ti. Y eso tiene un valor extraordinario que ni actores ni jugadores deberían obviar. 

No estaría de más, pues, que ciertos futbolistas dedicaran un poco más de interés en corresponder a los aficionados porque para muchos de ellos en una sonrisa, o en un selfi puede radicar la diferencia entre que te adoren o te detesten para siempre.