Iniesta nos señala el camino

Iniesta, durante el partido

Iniesta, durante el partido / sport

Ernest Folch

Ernest Folch

Entró Iniesta y se hizo la luz. Hubo dos partidos antagónicos: la primera parte sin Andrés y la segunda parte tras su entrada en el campo. En el primer tiempo, el Madrid se fue apropiando paulatinamente del partido, hasta que terminó en los últimos minutos sometiendo al Barça en su portería.

Sin embargo, Zidane fue sorprendentemente tibio, no supo leer que su rival estaba noqueado y dejó al Barça vivo, que al empezar el segundo tiempo encontró la rabia de Luis Suárez para adelantarse. Justo después del gol, se produjo el cambio decisivo del encuentro: entró Iniesta, y como por arte de magia, el Barça recuperó el balón, se conectaron las líneas, Messi entró en juego, Busquets empezó a ordenarse y cayeron los ocasiones.

Neymar pudo sentenciar el partido, y envió a las nubes una ocasión muy clara que hubiera dejado al Madrid con muchas dudas. Fue un partido paradójico, porque el Barça marcó cuando menos dominaba el partido y se dejó empatar cuando debía estar ganando por dos goles de diferencia.

El equipo azulgrana tuvo veinte minutos exuberantes, en los que volvió a encontrarse a si mismo, con Iniesta como gran director de orquesta. Luis Enrique había encontrado el momento justo para la entrada de Andrés, con el Madrid cansado, y sin embargo enfrió al equipo con la entrada de Arda, totalmente fuera del partido, que sólo sirvió para regalarle al Madrid una falta incomprensible, que terminó significando el empate.

El partido dejó también en mal lugar a André Gomes, perdido e irrelevante durante toda la noche, síntoma de los males que aechan en estos momentos al medio campo del Barça, la línea por la que hoy se desagua el juego del equipo. Lo cierto es que los dos entrenadores pasaron por el partido sin demasiado fortuna.

Zidane no pareció creerse su propio dominio en la primera parte, le faltó ambición y su excesiva prudencia lo empequeñeció en un partido grande: pasan los partidos y los resultados siguen siendo su única carta reconocible. A Luis Enrique le faltó creer en su propio juego, como ya ha sucedido en algunos partidos esta temporada, y repitió el once que sucumbió en Anoeta con el mismo pésimo resultado. La buena noticia es que la entrada de Iniesta iluminó el Barça y lo reconectó con su propia esencia. Iniesta nos señala el camino.