La importancia de llamarse Ernesto

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Risto Mejide

Risto Mejide

Asisto (virtualmente) a la primera rueda de prensa del nuevo técnico blaugrana a la vez que presencio las primeras reacciones a su forma de hablar. Sí, he dicho a su forma. Porque del contenido, qué voy a decir yo, que no sé ni la centésima parte de lo que él sabrá por estar donde está. La gente empieza a decir que vaya rollo, que si es muy aburrido, que si frases largas, que si no da titulares.

57 minutos de declaraciones sin ningún titular impactante. 57 minutos de frases larguísimas llenas de subordinadas y reiteraciones. 57 minutos que no generan broncas, que no complican la vida a nadie, que no avivan ningún conflicto. A la vista de los diarios del día siguiente, cualquiera diría que esa rueda de prensa no ha tenido lugar. Me hace pensar en la frase de Michael 

Crichton: “Si cuando hablas nadie se molesta, eso es que no has dicho absolutamente nada”.

Fueron 57 minutos tranquilos. 57 minutos de paz. Por la tarde, en el programa radiofónico de mayor audiencia de Catalunya, los colaboradores fingían roncar mientras Ernesto Valverde estrenaba cargo ante la prensa.

Sí, fueron 57 minutos serios. Por no haber, no hubo ni chistes, ni chascarrillos, ni siquiera una anécdota que llevarse a la boca. Y a mí me dio por pensar en el título original de la comedia de Oscar Wilde. Y digo original, porque en la traducción perdimos parte de su encanto. ‘The importance of being Earnest’, podría haberse traducido como ‘La importancia de ser serio’. De cualquier modo, desapareció el juego de palabras con el nombre propio del ‘hermano’ del protagonista.

Traducir es perder matices. Eso lo saben bien los filólogos. Pero es que en nuestro país, tratando de engatusar y seducir a las masas, a veces perdemos matices, sentido y hasta la dignidad. ‘Eternal sunshine of the spotless mind’, una maravilla del realizador publicitario Michel Gondry, fue traducida en España como “¡Olvídate de mí!”. Y así todo. Y así nos va.

El caso es que viendo al bueno de Valverde desenvolverse ante los medios en frases serias que ocupaban más de un tuit, me di cuenta de lo difícil de su posición.

En la era de las redes sociales, comunicar ha dejado de ser una actividad para pasar a ser más que una habilidad, una actitud. Algo que debemos llevar activado las 24 horas. Y ese algo cobra valor en función de las veces que es compartido.

Sin embargo, lo que estuvo haciendo Valverde durante esos 57 minutos con toda su buena fe fue tratar de ejercer como traductor fútbol-español, español-fútbol. Algo de lo más anodino cuando se presencia. Nada retuiteable. Nada valorable en 

el mundo online. Frank Zappa decía que hablar sobre música es tan absurdo como bailar sobre arquitectura. Pues eso.

No nos perdamos. A un técnico, como a un futbolista, hay que valorarlo por lo que ha venido a hacer. En este caso, entrenar. Y fichar. Y, si me apuras, gestionar. Y para acabarlo de concretar todavía más, ganar títulos.

Yo prefiero un entrenador tranquilo que no dé titulares si a cambio nos trae títulos, antes que un hacha en la rueda de prensa del que luego haya que avergonzarse por haberle traído aquí. “¿Pur qué?” Porque ese es otro tipo de traductor.