El hombre que vino a cambiar el ciclo

Hace tres años, todo se hundía en el Barça. El Tata Martino no había conseguido ningún título y la sombra del fin de ciclo oscurecía todo el Camp Nou. Por si fuera poco, hacía cuatro meses que Sandro Rosell se había largado por piernas de la presidencia acosado por las cifras y las formas del fichaje de Neymar. Se habló mucho de fin de ciclo y, cuando eso ocurre, el barcelonismo se estremece, sobre todo si el ciclo es el más brillante de la historia del club, el legado de Guardiola, de Tito Vilanova, la plenitud de Messi y la mejor generación de la cantera. Sí, daba miedo aquello. En ese contexto llegó Luis Enrique y bajo esa mirada hay que juzgarle. Fue el hombre que vino a cambiar un ciclo y que fue lo suficientemente inteligente como para no aniquilarlo de golpe, solo evolucionarlo para seguir ganando. El triplete de la primera temporada es sencillamente genial. No está mal para un equipo que estaba muerto...

OTRO ESTILO. No, aquel Barça no estaba muerto, como no lo está el de ahora. Luis Enrique sacrificó estilo por eficacia, romanticismo por pragmatismo. Fichó a Suárez y puso toda la pólvora del mundo en el ataque. La prejubilación de Xavi fue el primer síntoma de que el orden de prioridades iba a cambiar. Fútbol más directo, en ocasiones contraataque puro y duro. Y llegaron los éxitos, previa terapia de choque en la relación con el vestuario y, muy especialmente, con Leo Messi, eso sí. Luis Enrique no cambió el ciclo, cambió el estilo. El ciclo es Messi y sigue siéndolo. Sí evolucionó el juego de Leo, cada año un poco más, hasta convertirlo en el crack total, goleador y cerebro, cuerpo y alma del equipo. El ciclo que sí se desgastó, hasta tenerlo que cambiar, ha sido el suyo. Esta última temporada ha sido dura, pero a Luis Enrique hay que agradecerle que no se cargara el ciclo, que evitara una crisis de dimensiones apocalípticas devolviendo al equipo a la senda de los títulos de forma inmediata y que nos deje a un Messi todavía mejor que el que encontró.