EN LA ORILLA

German Brand

Martí Perarnau

POR PRIMERA VEZ en la historia de la Champions League, un mismo país ganará el título masculino y el femenino en la misma temporada. Alemania, por supuesto. Tras protagonizar una de las grandes sorpresas del año futbolístico, el Wolfsburg conquistó el jueves el trofeo femenino ante las 'galácticas' del Olympique Lyonnais, equipo mayúsculo que acumulaba 121 partidos invicto. Ese triunfo del Wolfsburg garantiza que hoy, venza el Bayern o lo haga el Borussia, el fútbol alemán logrará un doblete histórico que, además, por el momento no parece al alcance de ningún otro país.

La tentación consiste en decir que Alemania es el nuevo gran líder del fútbol europeo y sumarle la llegada de Guardiola al Bayern, la excelente salud financiera de los clubs, su potencial en todas las selecciones, los estadios llenos y cien factores más que conforman un campeonato ordenado, riguroso y repleto de aficionados satisfechos. Pero la prudencia conduce a esperar que transcurra cierto tiempo porque en el lado opuesto podríamos pensar que hace más de una década que Alemania no conquista una Champions masculina (15 años sin levantar la Europa League), que la Bundesliga posee cierta 'invisibilidad' mediática en el continente y las selecciones han apuntado grandes éxitos pero no han culminado ninguno. En resumen, se dan todas las condiciones (economía, estabilidad, seriedad, pasión) para que Alemania lidere de forma contundente el fútbol europeo en la segunda mitad de la década, pero dichas condiciones aún no se han materializado en éxitos suficientes como para afirmarlo.

En dos o tres años sabremos si el fútbol alemán ha sido capaz de transformar su potencialidad en triunfos continuados. El solo hecho de que esté reuniendo dinero, rigor en la gestión, buenos entrenadores, grandes futbolistas, aficionados dispuestos a acudir a los campos y equilibrio en el reparto televisivo es un síntoma de posible dominio en breve. Sobre todo porque dichas condiciones escasean cada vez más en el fútbol español.