Gerard Piqué desnuda las miserias del madridismo

Gerard Piqué disfruta siempre que juega en el Santiago Bernabéu

Gerard Piqué disfruta siempre que juega en el Santiago Bernabéu / sport

Ivan San Antonio

Ivan San Antonio

Gerard Piqué es un escozor intenso en la zona de los genitales para el Real Madrid. Cada vez que habla, el teléfono de Florentino echa humo.

Mientras unos se rascan soltando bilis intentando estar a la altura respondiendo a la ofensa, al central del Barça esas respuestas le producen un ligero cosquilleo que acompaña de una sonrisa ganadora. Piqué siente que ha vuelto a vencer cuando, después de señalar el palco del Bernabéu con el pelo aún húmedo tras ganar con España, nota el cabreo de aquellos a quien ha molestado con sus palabras.

Gerard también tira de contactos para favorecer los intereses del Barça, como cuando medió para que Rakuten firmara un contrato millonario. Todos le aplaudimos. El ‘networking’, aunque se transforme en una telaraña creada por Florentino Pérez en un estadio de fútbol, es una práctica lícita y común, incluso recomendable. Tirar de agenda se ha hecho siempre. Lo que jode, lo que molesta y es realmente grave no es quién ocupa la zona noble del Bernabéu. Lo inquietante es intuir qué se cuece allí, qué decisiones se toman y a quién interesa que se tomen, qué instrumentos usan los poderosos para moldearnos (no solo en el fútbol).

La confirmación de que lo que allí se cuece no debe ser del todo limpio la ofrecen quienes se molestan por las palabras de Piqué. Solo quien tiene algo que esconder puede sentirse atacado. La verdad duele y Gerard Piqué es especialista desnudando las miserias de todos aquellos que se han sentido heridos. La verdad escuece.

La sinceridad de Unzué y Sampaoli

Podrían, perfectamente, echar balones fuera, pero prefieren ser transparentes y, cada uno a su manera, confirmar que sí, que, como no puede ser de otra manera, les encantaría entrenar al Barça. Quien huye de los tópicos debe ser aplaudido.

La calle Johan Cruyff, un conflicto innecesario

La idea sería excelente si no naciera coja. Seguramente para mantener el secreto, el Barça no preguntó antes al Ayuntamiento de Barcelona el cambio de nombre para la calle Arístides Maillol por el de Johan Cruyff. Pero el paso era imprescindible para evitar conflictos innecesarios.