El fútbol es propiedad de Messi

Messi, celebrando en el Bernabéu

Messi, celebrando en el Bernabéu / sport

Ernest Folch

Ernest Folch

Otra noche para la historia, otra obra de arte que no olvidaremos. El fútbol es propiedad de Messi, y ayer se lo volvió a explicar a todo el planeta con una de las actuaciones más memorables que se recuerdan en un clásico. Leo disparó su última bala letal justo en el último segundo de partido, como corresponde a un jugador que es leyenda del Barça y del deporte. Todo lo que le pasó al Barça en el partido tuvo que ver con este pequeño gigante, que una vez más mantuvo vivo al equipo cuando estaba al borde del abismo. Las incursiones de Leo arrasaron al Madrid, que debió terrminar la primera parte con dos hombres menos: el árbitro perdonó un codazo de Marcelo, que merecía la roja, y no señaló una clara segunda tarjeta a Casemiro por una entrada sobre el argentino, cuando le había vuelto a superar por enésima vez. Messi se infiltró desde el primer minuto entre las líneas del Madrid, y su posición resultó ser una inyección letal para un Madrid que una vez más demostró que es peor equipo cuando alinea a la BBC.

Una vez más Zidane antepuso la diplomacia a la meritocracia, y alineó de entrada a un Bale plano y vulgar, un lastre que solo pudo arreglar la lesión del galés al final del primer tiempo. Lo cierto es que el Barça salió esta vez convencido de su plan y a excepción de unos primeros minutos titubeantes, movió al Madrid a su antojo y mereció irse con una clara ventaja en el marcador al descanso. El Madrid dio siempre sensación de peligro, pero el juego siempre fue azulgrana. A pesar del dominio, el Barça no supo matar el encuentro con 1-2 y un hombre más, y se dejó empatar en una de sus proverbiales desconexiones. Contra diez y el partido ganado, el equipo de Luis Enrique se asemejó de repente al conjunto que sucumbió en París y Turín. Todo parecía perdido, excepto para Messi, que leyó la jugada descomunal de Sergi Roberto cuando quedaban segundos, y cuando ya no había tiempo para más. La cabalgada final servirá para recordar a los despistados que son los jugadores de casa los que sacarán a este club las castañas del fuego.

La actuación estelar de Messi dejó, como los meteoritos, un reguero de mensajes. El primero, al club, que debe cerrar ya una renovación que pide el barcelonismo a gritos. Lanzó otro, el enésimo, a Cristiano, al que desnudó una vez más y le recordó que por muchos balones de oro que gane nunca podrá ni siquiera aspirar a hacerle sombra. Y por último le dijo a su gente que él, por encima de todo, es del

Barça: su impresionante estampa con la camiseta blaugrana mirando al tendido es ya historia del Barça. El fútbol puede estar mercantilizado hasta extremos insoportables, pero Leo sigue sintiendo una camiseta que suda e incluso, como ayer, sangra. Messi es el Barça. El Barça es Messi.