EL RONDO

El fenómeno Guardiola

Pep Guardiola

Guardiola vuelve al Camp Nou / sport

Xavi Torres

Vuelve Pep al Camp Nou y ante esta situación tan normal –que un ex regrese a casa sucede quinientas mil veces cada año en todos los estadios del mundo– se dispara la adrenalina de la mediocridad. Después de Johan Cruyff –no es casual la repetición de tal anormalidad– es difícil encontrar a alguien que regalara tanta alegría al barcelonismo y que encuentre una enfermiza y muy concentrada obsesión persecutoria. Lo de Guardiola podría parecer un fenómeno paranormal digno de un expediente X pero, lamentablemente, no es un caso aislado. Sucede. Y sucede muchas veces. ¿Recuerdan el dicho de que nadie es profeta en su tierra? 

La trayectoria de Pep en el Camp Nou es única. Ya saben, de recogepelotas a futbolista campeón de la Copa de Europa y, de ahí, al banquillo con más éxito de la historia del club. Excelente alumno y extraordinario maestro. Y más culé que la bandera. Admirado en todo el mundo por lo que ha logrado y, además, por cómo lo ha hecho. En el Barça, en el Bayern y, ahora también, en el Manchester City. Porque allá donde ha estado ha transmitido lo que ha sentido y ha ganado mucho, aunque algunos sitúen la barrera del ganar y del perder y, también, la del fracaso a diferentes niveles, según convenga. Fiel a sus principios, a sus ideas y a sus orígenes. En el fútbol y en la vida. Su secreto ha sido, sin duda, no deberle nada a nadie. Y su problema. Desde la lejanía, su vida y obra se observan con admiración; desde determinada cercanía su éxito se vive con la impotencia de quien jamás llegará a su nivel de talento y genialidad.

Este miércoles Guardiola saltará al césped del Estadi, más nervioso que de costumbre, y será ovacionado por la totalidad de los aficionados al fútbol y por la gran mayoría de los seguidores del Barça. Algunos, unos pocos, deberán tomar la pastillita contras sus dolores de barriga, ardor de estómago y superproducción de bilis. El Camp Nou no olvida a uno de sus héroes. Y después, su equipo ganará, empatará o perderá, como los demás. De hecho, lo más probable es que doble la rodilla porque se enfrentará, según su propia opinión, al mejor equipo del mundo.

Ver jugar al ManCity genera empatía. Por las conexiones emocionales que pueda generar Guardiola –también apetecen las victorias del Everton de Koeman, la Real Sociedad de Eusebio o los goles de Bojan en el Stoke, por ejemplo– y porque trata de hacer un buen fútbol. En apenas tres meses uno reconoce el sello de su entrenador: un culé en Inglaterra tratando de divertir a los aficionados con su peculiar mirada futbolística. La de Cruyff. La que ha convertido al Barça en la referencia mundial del sector. La suya. Y ya la de tantos. Pero claro, la medianía no entiende de proyectos ni de dificultades porque jamás le ha dado por tener una buena idea. Pretender que el City –o antes, el Bayern– juegue como el Barça en una, dos o tres temporadas es hablar de imposibles. Sí, en la idea, y sí, en determinados conceptos pero un no global, porque los futbolistas no han sido educados en esta cultura y, por tanto, no han dispuesto de los cerca de 2.000 entrenamientos bajo esta filosofía que han completado algunos jugadores barcelonistas durante ocho años en el fútbol base culé.

Guardiola mezcla porque no tiene otro remedio. ¡Ya le gustaría! Pero no puede. Y claro, ese cóctel hay quien lo entiende como otro fracaso. Paradójicamente, para él éste es precisamente el gran orgullo azulgrana. Pep, mejor que nadie, sabe de las dificultades del modelo porque nadie lo conoce mejor que él. Pero también reconoce que difícilmente puede copiarse y, por descontado, superar la versión original. Como mínimo hasta dentro de muchos años –y de mucha constancia del club que la quiera tener–. Y si encima no tienes a Messi...

Guardiola es del Barça pero hoy trabaja para otro club. Ve la institución como la ve y siente determinadas hipocresías como las siente. Por eso se fue y por eso vive lejos –en todos los sentidos–. Pero un día volverá. Y entonces leerá aquello de “Pep es de todos”. Por supuesto. De todos, incluso de los que durante un tiempo renunciaron voluntariamente a disfrutar de los éxitos de uno de los suyos. No convenía. Mientras llega ese día, deberá soportar que desde la vulgaridad no se entienda la diferencia. O todos iguales o no jugamos.

Este miércoles, jugarán Barça y Manchester City. Y será una noche, como le gusta a Pep Guardiola, para disfrutar del fútbol.