No estamos peor que en 2015

Luis Enrique, entrenador del Barcelona

Luis Enrique, entrenador del Barcelona / sport

J.Mª Casanovas

J.Mª Casanovas

En el Barça se pasa del blanco al negro con una rapidez inusitada, despreciando los grises que hay por medio. De la euforia se cae en el pesimismo como consecuencia de un par de malos resultados. Y lo que antes se veía con esperanza ahora se ve con negativismo. Estamos ahora en este momento envenenado. La derrota de París ha encendido las alarmas y ha disparado los rumores. Que si los jugadores le hacen la cama a Luis Enrique, que si el entrenador tiene decidido tomarse un año sabático, que si Messi no renovará hasta conocer el nombre del nuevo técnico. Especulaciones a granel que intoxican el entorno con intenciones malévolas. La situación es complicada pero está lejos de ser irreversible siempre y cuando el equipo dé un golpe de orgullo y vuelva a mostrar todo el potencial que lleva dentro. Para todos aquellos culés pesimistas que ahora lo ven todo negro, conviene recordar lo sucedido en enero del 2015. El TAS acababa de ratificar la sanción de la FIFA que prohibía fichar jugadores. El equipo había cosechado una triste derrota en Anoeta con Messi en el banquillo. Zubizarreta fue cesado por falta de confianza. Bartomeu convocó elecciones anticipadas para rebajar la tensión. Messi y Luis Enrique parecían un matrimonio roto. El panorama no podía ser más desolador, se vislumbraba una temporada negra. Pues bien, después de aquella semana trágica, por arte de magia, todo cambió. El equipo inició una racha de victorias impresionante, se consiguió el triplete y Bartomeu arrasó en las elecciones.

¿Por qué no se puede repetir la historia? No hay nada roto, solo es necesario hacer ajustes en el equipo. Se necesita una inyección de moral en forma de victoria que cambie el chip de los jugadores, que devuelva la confianza a los aficionados. Todo pasa por ganar mañana en el Manzanares. Es un partido crucial, tanto por los puntos en juego como por el valor terapéutico que tendría la victoria. Derrotar al Atlético sería tanto como ratificar la voluntad de ganar la Liga y dejar fuera de juego a un aspirante. También podría servir para colocarse líderes si el Madrid no consigue vencer en el campo del Villarreal, algo bastante probable si tenemos en cuenta como perdieron el miércoles en Valencia. El choque de mañana será duro y apasionante. 

Ahora no toca pensar en la Champions. Dejemos esta pesadilla aparcada de momento. Hasta el partido del 8 de marzo contra el París Saint-Germain, el Barça tiene la oportunidad de sumar nueve puntos en Liga si gana al Atlético fuera y al Sporting de Gijón y Celta en casa. Este es el reto más inmediato. Mucho peor estaba la situación en enero del 2015 y el equipo tuvo una reacción de campeón que le llevó a ganar el segundo triplete de la historia. Esta es la lectura positiva del futuro inmediato. Ganar tres partidos de Liga con buenas sensaciones para afrontar al París Saint-Germain con ilusión y esperanza. No queremos ni pensar si sucede lo contrario, si el Barça pierde media Liga en Madrid y cae eliminado en la Champions en cuestión de diez días. Entraríamos en fase de depresión con vientos de crisis incluidos. 

Barcelona y Madrid: adiós a los Juegos

Las imágenes que nos llegan de Brasil de las instalaciones de los últimos Juegos Olímpicos son patéticas. Seis meses después, están abandonadas y deterioradas. Los Juegos fueron una ruina económica para el país y el legado ha sido nefasto. Esta situación tiene un efecto muy negativo para el Comité Olímpico Internacional, que ve como su gran escaparate se derrumba. Cinco ciudades aspiraban hace un año a los Juegos del 2024. Al Congreso de Lima de septiembre, donde se elegirá la sede, tan solo llegarán dos candidaturas: Los Ángeles y París. Las otras tres se han caído por el camino como consecuencia del clamor popular. Asusta la inversión económica en tiempos que todo el mundo se aprieta el cinturón. Primero fue Hamburgo, después Roma y esta semana ha renunciado Budapest. El mundo está cambiando. La fuerza ya no la tienen los políticos sino los ciudadanos. Las mayorías populares ganan a las mayorías políticas. Antes decidían los gobiernos, ahora son los habitantes los que imponen su voz. La grandeza de los Juegos entra en crisis. Barcelona decidirá pronto no concurrir como candidata a los Juegos de Invierno 2026 tras analizar un informe elaborado por el gobierno de Ada Colau. Madrid ha perdido dos veces el tren olímpico y podemos decir que no habrá tercera ocasión.