Un día para cerrar heridas

'Estadi Johan Cruyff', sede donde jugará el filial azulgrana en el futuro

'Estadi Johan Cruyff', sede donde jugará el filial azulgrana en el futuro / sport

Ernest Folch

Ernest Folch

Día solemne para el barcelonismo. Un año después de la muerte del inventor de “la gramática del fútbol azulgrana”, como lo definió hace un año Pep Guardiola, se celebró un acto más importante incluso por su escenificación que por su contenido. El Barça es una entidad dada a simbologías religiosas y ayer era un día fundamental para su teología. Por una vez no estábamos pendientes de un resultado ni de un título, sino de algo quizás más vital: ayer debíamos saber qué lugar ocuparía físicamente Cruyff en la simbología azulgrana y cómo empezaríamos a administrar su legado infinito.

En cualquier oficio religioso la puesta en escena es en sí misma un contenido, y ayer el mensaje estaba también en el escenario: la fotografía de Jordi Cruyff bendiciendo todas las medidas que anunciaba el presidente del Barça Josep Maria Bartomeu fue en sí mismo un triunfo para la famosa unidad del barcelonismo, tantas veces invocada y tan poco practicada. Lo que se anunció fue que el nombre de Cruyff quedará ligado para siempre al nuevo campo de la Ciutat Esportiva, tendrá una estatua en el Nou Camp Nou y un espacio propio en el Museo. Pero lo relevante es que cada una de estas iniciativas ha sido previamente discutida, consultada y pactada con la familia del mito blaugrana, un hecho decisivo que deja poco espacio para la crítica.

Lo que es bueno para la familia Cruyff debe serlo también para el barcelonismo. Una vez constatada esta evidencia, y elogiar el respeto con el que se trató ayer su figura, es obvio también que ayer hubo una cierta disonancia entre la categoría mítica a la que ayer se elevó Cruyff y los actos de homenaje con los que será distinguido. Un campo formativo pero secundario, una estatua todavía por definir y un espacio en el Museo no parecen estar al mismo nivel que los elogios bíblicos que merecidamente se escucharon ayer. Cierto es que el club no tenía mucho margen de maniobra puesto que el único acto de reconocimiento que en realidad hubiera hecho plena justicia con su enorme aportación, el de rebautizar el Camp Nou como Estadi Johan Cruyff, no era materialmente posible por la sencilla razón de que este apellido deberá ser ocupado por una marca comercial que haga viable su financiación. Sirva este hecho para constatar que en el fútbol de hoy en día el espacio para el romanticismo, incluso para la religión futbolística, es cada vez más reducido, o al menos supeditado al dinero, pero tampoco vale sorprendernos ante una evidencia que ya todos conocemos.

Descartada la única acción que podía estar a su altura, es decir, descartado el homenaje por la calidad, se optó por la cantidad y de ahí que se anunciaran varias medidas a la vez. Para añadir más elementos, el club pedirá al ayuntamiento que algún espacio público lleve su nombre, si es posible el de la calle del Camp Nou, en sustitución del nombre de Arístides Maillol. Esta es sin duda la mejor idea de las que se presentaron ayer, y emociona pensar que un día la calle del campo del Barça pueda llevar el nombre de uno de sus grandes héroes, pero es una iniciativa que depende de terceros y que desgraciadamente puede alargarse mucho en el tiempo. Consciente de que no era fácil cuadrar la dimensión infinita del mito con las limitaciones de la realidad, el Barça completó ayer el homenaje con un vídeo conmovedor y muy bien realizado en el que se reivindicaba su enorme aportación a la historia del Barça.

En las imágenes, el club reconoce, por primera vez y en primera persona, a Cruyff como el “inventor del estilo Barça”, una frase que deberían anotarse los que en vida trataron sin éxito de rebajar su importancia. En cierta forma, ha sido la manera que el club ha encontrado de purgar sus culpas tras aquel vergonzoso episodio de la presidencia de honor. Con este vídeo el Barça le reconoció ayer la categoría de segundo fundador del club: Gamper lo fundó, Cruyff lo refundó con sus ideas. Un vídeo que, por cierto, compromete a la entidad: queda claro que no se permitirán traiciones a la filosofía que ha llevado al Barça a lo más alto. Estamos, pues, ante un cierre de heridas históricas, que ha sido posible esencialmente por la enorme generosidad de toda la familia y especialmente de Jordi Cruyff, que no solo ha actuado como hijo sino también como gran barcelonista. Él mismo pronunció la sentencia definitiva: “Con este acuerdo duradero y cariñoso, mi padre estará siempre presente”. Unas palabras que ponen las bases para abrir una nueva etapa en el barcelonismo y que convierten a Jordi en una referencia de futuro para el club.