La culpa fue del chachachá

Josep Maria Bartomeu y Jordi Cruyff, durante el acto celebrado en el Auditori 1899

Josep Maria Bartomeu y Jordi Cruyff, durante el acto celebrado en el Auditori 1899 / Marc Casanovas

Xavi Torres

Xavi Torres

Dicen que rectificar es de sabios así que Josep Maria Bartomeu lo debe ser. Y de los grandes porque el cambio de planes ha sido tan espectacular como sorprendente. El discurso y sus comportamientos mientras Cruyff disfrutó de su vida no tienen nada que ver con lo vivido el sábado en el Auditori 1899 donde el Barça anunció la nueva hoja de ruta del Club.

La posición del presidente no debe ser fácil. Para los cruyffistas, cualquier actuación puede parecer poca y para sus habituales seguidores -votantes incluidos-, demasiado grande. Eso sí, para ambos, hipócrita, cada uno en su posición. Cuando el camino tiene tantas curvas el caminante suele marearse.

Bartomeu disfrutó de Cruyff hasta que decidió marcharse de la Junta de Laporta en junio de 2005. “Fue el hombre que cambió la historia de este club, nuestra mentalidad, y que fijó las bases del fútbol moderno”, dijo el sábado. Y añadió: “Rompió esquemas. Johan fue la persona que nos hizo levantar la cabeza, que nos convenció de que no hay nada imposible y que si trabajas sin complejos puedes conseguir todo lo que te propongas”. Curioso. En vida, justo antes de la moción de censura contra el presidente Laporta en 2008, Bartomeu dejó un titular para la historia: “Votar sí a la moción es votar no a Cruyff”. Curvas.

En ese momento y trabajando para el candidato Sandro Rosell, el actual presidente explicaba que “Cruyff ha influenciado en las decisiones de la Junta de Laporta. Si el domingo gana el sí tendremos que abrir el Barça a nuevas personas y a nuevos referentes”. En 2017, justo un año después de su muerte, se ha desdicho: “su legado es muy importante para nuestro club, marcado por su estilo y una personalidad incomparable que nos ha impregnado del inconformismo y autoestima que ahora tenemos”. Más curvas.

Ya como vicepresidente de su amigo Sandro Rosell (“una de las cinco personas que más saben de fútbol en el mundo”) vivió como Cruyff devolvía el 2 de julio de 2010 la insignia que le distinguía como Presidente de Honor, impuesta en marzo de ese año. “Si Cruyff no viene al Camp Nou, tendremos un sitio más para ocupar”, decía Rosell en octubre. Hace cuatro días, Bartomeu recordaba que “la historia Barça-Cruyff durará toda la vida”. Para la insignia hacía falta una asamblea de socios; para las medidas de su recuerdo, no. Unas cuantas curvas más. Mareo total.

Hoy lo blanco es negro y lo negro, blanco. No va a haber Camp Nou Johan Cruyff (la búsqueda de 30 millones de euros tienen la culpa) pero sí Mini Johan Cruyff. Y estatua y calle. La culpa debía ser de Rosell. O del chachachá, como cantaba Gabinete Caligari. Sea como fuere, buen giro de Bartomeu (en lo material, asunto resuelto; en lo ideológico, veremos) y excelente noticia para el Barça.