¿Cómo ha sido la metamorfosis de Messi?

Messi, en un partido ante el Atlético

Messi, en un partido ante el Atlético / sport

Xavi Torres

Xavi Torres

Con perdón, ¿Se puede pedir más de Messi? Difícil, ¿Verdad? Lo del ‘10’ de esta temporada es un auténtico escándalo, mucho más allá de los 32 goles que lleva anotados. Su fútbol colectivo es tan maravilloso que el día en que se consume su renovación Can Barça debería organizar una gran fiesta. Con fuegos artificiales incluidos, por supuesto.

Sin embargo, el mago de los números del fútbol, Carles Domènech (‘La TDP’ de Catalunya Ràdio, capaz de emitir estadísticas con sentido en un deporte donde las estadísticas no tienen ninguno) nos constata algunas cosas: hace 10 partidos que Messi no supera las 60 intervenciones, cuando en otros momentos de su carrera se acercaba a las 100. Su protagonismo, lógicamente, ayuda al equipo a ser mejor porque sucede que cuando tu mejor jugador interviene mucho el conjunto suele rendir más. Buscamos explicaciones.

Primera. En este tramo de 10 partidos, el Barça ha ganado ocho y ha empatado dos –1 a 1 ante el Betis, en Liga, y Atlético, en Copa–. Las lesiones de Sergio e Iniesta han distraído el fútbol del equipo pero no el marcador. Una vez más, el tridente ha rescatado los resultados ante la duda permanente de un centro del campo que ha tenido diez versiones diferentes para cada uno de los diez partidos en cuestión. Esta indefinición que ha desnaturalizado al equipo ha dejado a Messi un tanto aislado, lo que le ha llevado a intervenir menos. Sin embargo, con el argentino es complicado hacer teorías porque a pesar de tocar menos el balón ve puerta igual: en 7 de los 10 partidos ha marcado.

Segunda. Messi, ante el problema del mediocampo, ha centrado su posición para ayudar en la creación. Verlo en la banda a estas alturas de la temporada es casi una anécdota. Y claro, en el centro hay más jugadores rivales, más vigilancia y menos espacios para recibir. Eso sí, está más cerca de la portería para crear peligro con una jugada, un chut o un pase. ¡Y vaya si lo crea!

Y tercera. ¿Hay alguien que lea el fútbol mejor que él? Pues no. Su maduración le ha llevado a unos grados de dosificación difíciles de interpretar para los humanos: interviniendo menos rinde de manera brutal. ¿Rotaciones? En su caso, ¡para qué!

Por tanto, ¿es bueno o malo lo que está sucediendo? Seguro que bueno. ¿Y si tocara más el balón? Creo que sería mejor. Seguro que los equipos rivales prefieren que el argentino participe poco. ¿Y cuando sucederá eso? Pronto, cuando Sergio e Iniesta estén al cien por cien y jueguen con asiduidad juntos. Hoy en París, por ejemplo. Entonces, seguro, el equipo controlará más el juego, habrá menos distancias entre lineas y Messi seguirá goleando, asistiendo y... tocando 100 veces el balón.

El PSG, en busca de su personalidad

No siempre los mejores jugadores conforman el mejor equipo ni consiguen los mejores resultados. El PSG posIbrahimovic está construyendo su personalidad sin la obligación de jugar para un futbolista y con la de asumir la colectividad como sello indispensable de su puesta en escena. Unai Emery cuenta con excelentes jugadores pero busca un equipo capaz de aspirar, de verdad, a la Champions, el sueño de Nasser Al-Khelaifi. Veremos en qué grado de maduración está la idea del presidente y del entrenador.

Ibra marcó 35, 41, 30 y 50 goles en cada una de sus cuatro temporadas como rei de París pero Cavani -peor futbolista que el sueco- ya lleva 33 esta temporada; Marquinhos y Thiago Silva, sueños eternos culés, son más consistentes sin David Luiz -ahora aspirante a la Premier en el Chelsea-; Motta (sancionado para jugar hoy), Krychowiak, Verratti, Rabiot y Matuidi juegan muy bien por dentro y Lucas Moura, Draxler y Di María -incluso Ben Arfa- son excelentes por fuera. No está Ibrahimovic pero se huele un PSG más rocoso, más pesado, más junto, más de Emery. El tècnico vasco ganó tres Europa League consecutivas con el Sevilla porque controla bien los tiempos de las competiciones por eliminatorias. Simplemente, alerta, porque da la sensación que este PSG todavía nada tiene que hacer ante la mejor versión del Barcelona.