El cholismo se apaga

Simeone, bajo la lluvia en el Calderón

Simeone, bajo la lluvia en el Calderón / sport

Ernest Folch

Ernest Folch

La semifinal de los tifos cayó del lado blanco en el césped y del lado de la antideportividad en la grada. Si en la ida hubo que lamentar el “Decidme qué se siente” en las gradas del Bernabeu, ayer el Vicente Calderón no quiso ser menos y se descolgó con un “orgullosos de no ser como vosotros”,  otro hito en este concurso de chiquilladas. Todo este clima de tensión innecesaria vino precedido de incidentes lamentables antes de empezar el encuentro y de un clima de agresividad latente que algún día puede terminar muy mal. En cualquier caso, la sensación es que sea cual sea el ambiente, sea de euforia, de esperanza o de venganza, el Atlético termina siempre sucumbiendo en la Champions contra el Madrid. Simone ha caído tres veces en la misma orilla: contra el Madrid, y en el trofeo supremo, un dato que augura el fin de una era.

Esta vez, el Atlético cayó con dignidad y al menos podrá decir que jugó en la vuelta el partido que debió plantear en la ida. Esta vez sí compareció y su entrega le mantuvo con esperanzas los veinticinco minutos que estuvo 2 a 0, hasta que un gran Isco cerró cualquier atisbo de esperanza. Y es que la losa que arrastraba el equipo colchonero del partido de ida era imposible de llevar, no solo por el resultado sino por la forma deshonrosa con la que cayó en el estadio blanco. Lo cierto es que el equipo de Simeone ha dado muestras en esta eliminatoria de haber llegado a su propio techo. Después de tres temporadas intensas en las que ha sido capaz de tutear a grandes como Barça y Madrid, y en las que ha tocado con la punta de las dedos nada más y nada menos que dos Champions, parece haber entrado en aquella fase en la que los mensajes del entrenador ya no calan como antes. Griezmann es su jugador franquicia, un extraordinario delantero que sin embargo en este Atlético es una isla a la que llegan escasos balones en condiciones: el delantero francés también parece enviar señales de haber terminado su ciclo rojiblanco y de necesitar un equipo más competitivo que le permita brillar con todo su esplendor. El cholismo se apaga.

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