La ceremonia de la confusión

Josep Maria Bartomeu anuncia el fichaje de Ernesto Valverde

Josep Maria Bartomeu anuncia el fichaje de Ernesto Valverde / Marc Casanovas

Jordi Costa

Jordi Costa

Quiero creer que no lo hace adrede, pero a menudo lo parece. Después de esperar la comparecencia de Bartomeu durantes varios 

-demasiados- días, cuesta sacar conclusiones claras de lo que quiso decir el lunes.

Al margen de la chapuza comunicativa de arruinar el anuncio de Valverde como nuevo entrenador, un día que debió pertenecer en exclusiva al Txingurri, escuchando al presidente no fue fácil entender con qué argumentos ha sido el técnico elegido, más allá de la discutible afirmación que comparte la filosofía de juego del Barça y de destacar que es un apasionado de las nuevas tecnologías, imagino que todavía escarmentados por las libretas del Tata Martino. Y, por supuesto, en un momento de credibilidad cuestionada, nadie creyó que el presidente y el nuevo entrenador no hubieran hablado antes de la mañana de ayer. Sería deseable, tratándose de una decisión determinante para el futuro del club, que Robert sea mucho más específico y convincente en la presentación del jueves a la hora de razonar los motivos que le han conducido a Valverde.

Peor fue la conclusión del presidente sobre la sentencia de la Acción de Responsabilidad. Al margen de celebrar que la directiva actual descartara llevar el caso hasta el Tribunal Supremo, provocó estupor comprobar cómo Bartomeu evitaba reconocer la derrota judicial e insistía en atribuir pérdidas al mandato de Laporta, a pesar de que el departamento de prensa del club distribuyó una copia de la sentencia que decía exactamente lo contrario. Más que cerrar la carpeta, echó más gasolina al fuego.

Y en cuanto a la reacción a la detención de Sandro Rosell por presunto blanqueo de capitales, Bartomeu acertó a decir que, si se demuestra que se benefició económicamente del Barça, actuaría en consecuencia. Pero cuando utilizó la palabra imposible, no se entendió si se refería a que descarta esta posibilidad o bien que no cree que su amigo haya cometido las prácticas fraudulentas de que se le acusa. Por supuesto, tampoco aclaró si se había sentido engañado por su predecesor en el cargo o, más importante, si habrá una auditoría interna para esclarecer si Rosell se manejó éticamente en los contratos que firmó como presidente del Barça, empezando por el de Catar. 

A pesar de su evidente déficit comunicativo, sería deseable que cuando el presidente desee explicarse, lo haga con claridad. De otro modo, consigue el efecto contrario. Genera confusión y suena, como decimos en catalán, a ‘qui dia pasa, any empeny’.

Valverde y el organigrama

A Valverde lo han fichado Bartomeu, Robert y compañía pero fue señalado por Zubizarreta cuando formuló su lista de candidatos al banquillo en 2014. Se da la paradoja que, cuando por fin el Txingurri puede aterrizar en el Camp Nou, su primer valedor ya no está. Y tampoco queda nada de la estructura deportiva de entonces.

Al margen de dar facilidades y herramientas a Valverde para que salga vivo del reto que tiene por delante, el Barça debería aprovechar el relevo en el banquillo para restaurar el orden jerárquico normal en la estructura deportiva. Cuando Robert llegó hace dos veranos, quedó claro que el secretario técnico estaba por debajo en el organigrama del director de deportes profesionales e incluso del propio entrenador, lo cual es anómalo: el secretario técnico elige al entrenador, pero después no es su jefe, ni puede marcarle criterios de club.

Si Bartomeu confía tanto en Robert como dice -“por algo le hemos encargado la búsqueda del entrenador”-, debería darle el poder que tuvo Zubi. Con Luis Enrique fortalecido tras el triplete no había lugar para ponerle un superior, pero ahora, con la llegada de un Valverde que se confiesa hombre de club y que tiene como misión tirar de cantera, el Barça debe recuperar la figura del director deportivo, que no se dedique solo a fichar sino a dotar al club de un relato deportivo coherente y coordinado.