Rondo blaugrana

A callar y a jugar

Cillessen, en un entrenamiento con el Barça

Cillessen, en un entrenamiento con el Barça / sport

Xavi Torres

Alba, Sergi Roberto y Cillessen se han lesionado. A Neymar le han partido la cara. No es la primera vez que sucede esta temporada ya que Messi sobrecargó su ya dañado adductor yendo a jugar con Argentina ante Uruguay a finales de agosto y André Gomes regresó tocado de un amistoso contra Gibraltar de septiembre.

Apenas ha comenzado la temporada y el doctor Ricard Pruna empieza a estresarse. Y si miramos la estadística aún podría ser peor ya que, a estas alturas, las federaciones han abusado tanto de los clubes que el montaje suena a chiste. Finalizada la semana, el Barça acumulará ya ¡66 convocatorias de selecciones! ¡En un mes y medio de competición! Ahí va la lista: Neymar (11); Rafinha (7); Ter Stegen, Piqué, Sergio, Denis, Luis Suárez, Mascherano y Digne (4); Cillessen, Alba, Sergi Roberto y André Gomes (3); Iniesta, Alcácer y Umtiti (3) y Rakitic y Messi (1). Y si la lista no es más grande ya es por culpa de las lesiones (ahora mismo Rakitic, Umtiti y Messi están fuera de combate e Iniesta, tres semanas).

Para que no haya dudas, la normativa FIFA obliga a los clubes a ceder a los futbolistas que paga a las federaciones a cambio de... ¡nada! ¡Ni un euro de compensación por la cesión! ¡Cero! Eso sí, en un alarde de generosidad, en caso de lesión el seguro de la federación de turno cubre el tratamiento y los días de baja. Y, por supuesto, el club queda tocado porque el futbolista que pierde acostumbra a ser de los destacados del equipo (por eso es llamado por su selección). Como consecuencia de todo ello, los clubes aprovechan a la prensa para lanzar un mensaje de queja, la prensa llena páginas y los aficionados, llevados por los directivos y la prensa, claman al cielo porque el espectáculo y el rendimiento queda, de repente, castrado.

Y dicho esto, permítanme denunciar un día más la hipocresía del sistema: de la FIFA (la UEFA en el caso europeo), que organiza unas competiciones potenciando la política y el dinero olvidándose con nocturnidad y alevosía del balón; de las federaciones (por supuesto, también la española), que a pequeña escala, quieren lo mismo que sus jerifaltes, mandar y llenar sus bolsillos, cuanto más, mejor; de los clubes (sí, el Barça y todos los grandes, también), que callan cuando deben gritar y se arrodillan cuando la UEFA diluye la famosa Liga Europea a cambio de un puñado de billetes, con el convencimiento de que cualquier queja repercute en la calidad de los arbitrajes y con la vergüenza de ceder ante tanta podedumbre; y finalmente de los profesionales, que son la joya de la corona y permiten que les traten como mercancia, bien pagada, pero mercancia al fin y al cabo. Y entre tantos jugadores muchos sólo están preocupados de su coche, de su gomina y de su cama pero también los hay preparados, valientes y inteligentes capaces de parar esta sangría.

Mientras tanto, a callar y a jugar. Lo dicho. Hasta que los futbolistas se organicen de verdad para mandar. Y manden. Y el balón tenga más valor que la corbata y el puro.