Barto: presidente y vicepresidente

Josep Maria Bartomeu, en una imagen de archivo

Josep Maria Bartomeu, en una imagen de archivo / Ignasi Paredes

Toni Frieros

Toni Frieros

De no haber mediado la Asamblea General de Socios compromisarios del FC Barcelona (celebrada el pasado 29 de octubre), la hasta entonces vicepresidenta económica, Susana Monje, hubiera presentado antes su dimisión irrevocable. Una renuncia al cargo que, comunicada oficialmente al presidente Josep Maria Bartomeu la noche del 25 de noviembre, pilló por sorpresa a muchos de sus compañeros de junta directiva, a la gran mayoría de ejecutivos de la entidad y, también, a todos los empleados de la casa.

De hecho, Monje estuvo dándole vueltas a su dimisión en pleno verano, pero su sentido de la responsabilidad, como era rendir cuentas ante los socios por su gestión y presentar los presupuestos, le llevaron a alargar su permanencia en el club.

Ese adiós fue una sorpresa mayúscula, como también lo fue, más si cabe, que el club anunciara que las competencias de Monje serían asumidas a partir de ese día por el presidente, Josep Maria Bartomeu. Lo normal es, como reza el dicho, “a rey muerto, rey puesto”. Y más en un cargo de tanta responsabilidad y peso dentro de la institución como es el área económica, la encargada de garantizar que el transatlántico que es el FC Barcelona siga su rumbo viento en popa y no zozobre. Que Bartomeu tomara esa decisión podría haberse interpretado como un feo hacia el área económica, infravalorándola de alguna manera. Sin embargo, y por el contrario, que el presidente en persona asumiera esa carga de trabajo extra también podría entenderse como la reafirmación de la capital importancia que tiene el área económica en el club. 

Todo eso puede ser tan interpretativo como el hecho de que Bartomeu no nombrara al día siguiente al sustituto de Monje. ¿Por qué al presidente no le entró ningún tipo de prisa y lo aplazó ‘sine die’? La primera respuesta a esa pregunta, porque tiene otras, hay que encontrarla en la figura de Óscar Grau. De hecho, el nuevo CEO del club (asumió el cargo el 12 de septiembre) ya asumía parte de las acciones ejecutivas del área económica y, por lo tanto, entendió Bartomeu que no tenía necesidad de nombrar un nuevo vicepresidente económico. Es decir, cambiar un cromo por otro.

La segunda respuesta es más palaciega y tiene que ver con esos equilibrios invisibles que todo rey ha de hacer en su corte. Lo natural sería que la responsabilidad del área económica recayera en el directivo con más experiencia en esos menesteres. Estoy hablando de Enrique Tombas, el tesorero del club, uno de los que firmó, por su condición, el cierre de cuentas de la temporada 2015-16. Tombas, sin embargo, es uno de los nuevos directivos que entró en la junta de Bartomeu después de las elecciones de julio de 2015. No ha tenido que avalar. ¿Podría molestarse alguno de los directivos más veteranos si otro compañero que lleva tan poco tiempo en el club accede a una vicepresidencia en tan corto periodo de tiempo? 

Bartomeu no tiene prisa. Sigue reflexionando. Es presidente y vicepresidente. Y lo que haga falta.