El Barça es un estado de ánimo

FC Barcelona, 2 - CD Leganés, 1

Las mejores imágenes del FC Barcelona-Leganés / Ignasi Paredes, Joan Monfort

Ernest Folch

Ernest Folch

El agónico triunfo del Barça sobre el Leganés se resume en una sola jugada: a tres minutos del final, Messi asumió la responsabilidad, como siempre, y marcó, como siempre, un penalti decisivo, pero prefirió no celebrarlo, en un gesto ostensible y muy explícito. Un gesto, que después de marcar un gol que daba la victoria y los tres puntos, se pareció más a un enfado que a una celebración. Quizás porque Leo es el primero que sabe que ayer no bastaba con ganar, sino que había que convencer. Y lo cierto es que el Barça evidenció que sigue malherido y que necesitará más tiempo para recuperarse de los golpes que recibió en el Parque de los Príncipes. Si el Barça quería hacer el mínimo esfuerzo para ganar un partido de Liga dosificándose al máximo, lo consiguió. Pero si quería convencer y sobre todo autoconvencerse de que la remontada ante el PSG es posible, no envió de momento señales mínimamente convincentes. 

Era un partido para observar atentamente la respuesta del Camp Nou, y lo cierto es que fue un campo frío, que básicamente se dedicó a observar el enfermo, que se mostró dividido con Luis Enrique, ovacionado y silbado a partes iguales, y muy crítico con André Gomes, pitado claramente cuando fue sustituido. Sin embargo, lo más preocupante no fueron las señales de disconformidad sino los asientos vacíos: el campo del Barça registró ayer, en un día crítico,  la entrada más pobre de la temporada y una de las más flojas de los últimos años, un dato inquietante que revela cómo se siente hoy mismo el barcelonismo. Es imposible no relacionar la pasividad de la grada con la apatía del juego, que ayer fue una pura continuidad del que se vio en París. Lo único que cambió fue el rival, y aun así, a pesar de su menor entidad, el Leganés mereció al menos el empate y tuvo al Barça en su propio estadio contra las cuerdas.

A pesar de todo, en medio de la nada, hubo alguna señal positiva aislada: Ter Stegen salvó al Barça al menos en 4 ocasiones , que volvió a confirmar que la apuesta que hizo por él el club este verano fue un gran acierto. Neymar protagonizó la jugada decisiva del penalti y volvió a demostrar que puede cargar con el peso del equipo cuando este lo necesita. Y Messi dio síntomas de ser el jugador con más ganas de pasar página de la debacle de París. En cualquier caso, quedó claro que hoy el Barça es un estado de ánimo, y no precisamente eufórico. El equipo tiene hoy los biorritmos por los suelos, tocado como está por la herida parisina, pero aún así, ayer logró sobrevivir ‘in extremis’, como ha hecho tantas veces. Esta semana el propio Guardiola recordó que a este equipo no se le puede dar nunca por muerto. Ni que fuera en el último minuto, ni que fuera de penalti, ni que fuera sin convencer, ayer le dieron otra vez la razón.