Así viví una noche histórica

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Pichi Alonso

Pichi Alonso

Difícil. Reto mayúsculo el que le espera al Barça frente al PSG. Pero una de las grandezas del fútbol es que jamás, a priori, se puede dar un resultado por descontado. Y tratándose del Barça, mucho menos. Mañana toca remontada, una de esas gestas que pueden pasar a la historia con letras mayúsculas. Uno de esos partidos que los padres explicarán a sus hijos y que los medios de comunicación, de forma periódica, irán reproduciendo cada vez que tenga que calentarse un encuentro. Partido histórico.

Han pasado muchos años desde la noche mágica del 14 abril de 1986. Tuve la inmensa fortuna de ser uno de los privilegiados que viví la remontada frente al Goteborg. Casi han transcurrido 31 años y la gente sigue hablando del partido y de mis tres goles. Pues bien, mañana esa gesta puede repetirse. Sé que el PSG no es el Goteborg, pero este Barça de ensueño tampoco era mi Barça. La eliminatoria es diferente pero los códigos internos del fútbol se repiten y las claves de la noche histórica no pueden ser muy diferentes a aquellos que viví antes, durante y después de la noche del Goteborg.

Lo primero que me viene a la cabeza es la imagen de Julio Alberto. Aún recuerdo su gesto crispado y sus gritos: “¡Por cojones! ¡Por cojones que tenemos que ganar! ¡Vamos a pasar por cojones!”. Perdón por la expresión, pero estoy convencido que esos gritos de ánimos son imprescindibles para agitar con fuerza a un vestuario tocado tras un resultado adverso. Espero que futbolistas de peso, los mal llamados ‘vacas sagradas’, asuman el papel de nuestro Julio Alberto. Me gustaría que jugadores como Piqué o Busquets así lo hicieran.

Esa rabia, esa sensación de impotencia debe quedar atrás para afrontar la primera gran lección: estar plenamente convencidos que el equipo tiene armas para la remontada. Por muy difícil que sea, la gesta debe ser posible en la cabeza de todos los jugadores. Y ahí, la psicología del entrenador y sus ayudantes debe ser clave. Los técnicos saben que siempre hay resortes a los que recurrir en momentos importantes. Por ejemplo, nosotros íbamos camino de la primera Copa de Europa, algo insólito en un club de la envergadura del FC Barcelona. Un estímulo brutal para todos. Ahora, frente al PSG, los jugadores tienen que encontrar su propio estímulo. Y el hecho de que jamás un equipo ha remontado un 4-0 es motivo más que suficiente para seguir ilustrando la historia del fútbol moderno. 

Ese amor propio tiene que ser colectivo, sin duda, pero es bueno que esté abanderado por el crack. No olvido la concentración de Bernardo en los días previos al partido contra el Goteborg. Schuster tenía que coger las riendas del equipo, al igual que Messi está obligado a tirar del carro del Barça. Cuando el crack acude al rescate, todo es más fácil. Contagiar el estado de ánimo de tu mejor jugador es otro paso vital para plantar cara al PSG.

Y aún me atrevería con dos detalles más. Uno puede que no genere consenso, pero a nosotros nos fue bien en la previa del partido. Me refiero a fragmentar los objetivos, a visualizar un poco los tiempos: marcar un gol rápido, procurar el 2-0 antes del descanso... Luego no fue así, pero hizo que todos tuviéramos las ideas claras y creyéramos a pies juntillas en la remontada.

El último punto no es otro que la presión. El Camp Nou, a reventar, ni hablar de palmaditas y abrazos antes del partido. Y en el primer balón dividido... el alma en juego. El PSG debe sentirse agobiado, presionado e incluso intimidado. Malas caras, gestos crispados y a morder sobre el campo. A nosotros nos fue bien, a este Barça seguro que le ayudará.