Arbitrajes de vergüenza ajena

Mateu Lahoz presenta un controvertido historial desde que llegó a Primera en 2008

Mateu Lahoz presenta un controvertido historial desde que llegó a Primera en 2008 / AFP

Lluís Mascaró

Lluís Mascaró

A Mateu Lahoz se le debería caer la cara de vergüenza. Pero no tiene. Vergüenza, quiero decir. Porque el grave, gravísimo, error que cometió no expulsando a Keylor Navas ha dado la vuelta al mundo ridiculizando la actuación del árbitro. La entrada del portero del Madrid a Brasanac era una roja monumental. De libro. Y el colegiado valenciano no le enseñó ni la amarilla. Y no contento con equivocarse, encima felicitó al portero por su “gran parada”. Si después de ver repetida la acción por televisión no presenta su dimisión irrevocable es que no tiene el más mínimo pudor. Pero no lo hará. Dimitir, quiero decir. Porque en este país no dimite nadie. Empezando por el presidente del Comité de Árbitros, el ínclito Victoriano Sánchez Arminio, que lleva nada menos que 24 años dirigiendo el nefasto arbitraje español. Aunque claro, quien le puso en el cargo, Ángel María Villar, lleva ¡¡¡29 años!!! como presidente de la Federación Española de Fútbol. Dinosaurios que se resisten a desaparecer…

Más allá del error, monumental insisto, de Mateu Lahoz, el arbitraje español tiene dos problemas de difícil solución: el bajo nivel de los propios colegiados y la influencia que ejerce sobre ellos el Real Madrid. La larga lista de fallos que han favorecido esta temporada al equipo de Zidane solo se explican desde la voluntad de echarle una mano a los blancos en su lucha por la Liga. Una Liga que es la gran obsesión de Florentino Pérez: solo ha ganado una en las últimas ocho temporadas. Que los árbitros se equivoquen es normal. Son humanos. Pero que se equivoquen tanto y siempre a favor del Madrid es lo que resulta, como mínimo, sospechoso. Y eso es lo que hay que denunciar. El Barça debería ser el primero en hacerlo. No a través de Piqué, sino de forma oficial. Callar es aceptar el trato de favor al Madrid. Y, lo que es peor, permitir que los blancos ganen una Liga que no se merecen.