Rondo blaugrana

El arbitraje del futuro

Messi se encaró con el público de Mestalla tras el botellazo

Messi se encaró con el público de Mestalla tras el botellazo / sport

Xavi Torres

Mil tertulias de bar. Esas son las que ha provocado Alberto Undiano Mallenco tras su actuación en el Valencia-Barcelona del sábado. El gol de Messi con fuera de juego de Suárez, el segundo agarrón de Sergio que podía haber acabado con sus huesos en el vestuario, el penalti de Umtiti o el de Abdennour, un fuera de juego aquí y otro allá... Un clásico: jugadas de apreciación del árbitro con más o menos acierto y el habitual juego de intereses que envuelve este deporte y que provoca la pasión de las pasiones. Esta tribuna siempre ha huido de este escenario ya que respeta extraordinariamente la difícil labor de los colegiados y porque demasiado a menudo dar voz a este debate es potenciar la de los que buscan excusas para justificar un resultado –normalmente, una derrota– dándole, por supuesto, la culpa al juez. Como decíamos, dejaremos la discusión para los que frecuentan los bares.

Desde el periodismo, eso sí, defenderemos el fútbol. Y el espectáculo que supone verlo bien jugado. Y los artistas, claro. Y criticaremos los protagonistas que van en la dirección contraria. Aquellos aficionados maleducados que lanzan cosas desde la grada, los jugadores tramposos y, también, los colegiados que no protegen el deporte. Por ejemplo, Undiano en Mestalla. Porque su actuación no se discute por los errores o aciertos sino por su criterio, ese que se aleja de la esencia del reglamento y que no se sabe por qué razón deja jugar a los violentos. Cierta moda llegada del fútbol inglés y adoptada por algunos árbitros (de Primera División pero también de la última categoría) confunde términos como intensidad, agresividad y violencia. Y a todos se les aplica la etiqueta de arbitraje permisivo. En la Premier se permite ir al 100% en balones divididos pero jamás de manera peligrosa, y se castiga llegar tarde, intentar detener el juego con la aquí siempre alabada (¿?) falta táctica, dar una patada a destiempo o cualquier atisbo de violencia, aunque sea en su mínima expresión. En la Liga, en todos estos ejemplos se habla a menudo de comportamientos al límite del reglamento. E incluso se le califica de arbitraje moderno.

Pues no. Iniesta está lesionado y muchos otros futbolistas no lo están de casualidad. La FIFA ha impuesto ya el ojo de halcón para evitar goles no concedidos y trabaja con el videoarbitraje en Portugal, EEUU, Brasil, Alemania, Holanda y Australia. Todo, perfecto. Pero nada de eso soluciona el problema. El actual reglamento del fútbol es bastante perfecto y su simple aplicación soluciona la mayoría de los problemas. Sobre todo, el más grave: la violencia. Se trata simplemente de aplicar la ley y, por tanto, de perseguirla. Y, por supuesto, de castigarla. Eso, sin duda, es el arbitraje del futuro. En realidad, el que nunca debió pasar de moda. El que debe ser.