Adiós, triplete, adiós

Sergio Ramos se quedó sin marcar

Sergio Ramos se quedó sin marcar / AFP

Carme Barceló

Carme Barceló

Que la prepotencia se paga es una máxima tan cierta como que el Real Madrid y su entorno son catedráticos en el tema. Auguraban el ‘triplete’ con los turrones y en enero se les ha cortado la digestión. Y el tallo de la flor famosa con su magia y sonrisa inamovible de Zidane incorporada. Y así han quedado, reducidas a la mínima expresión a la vista de su triste juego colectivo y del lamentable estado en que se encuentran algunos integrantes de la BBC. Cuesta escribir con mayúsculas al trío cuyo parte médico es peor en el campo que en la enfermería. Bale al margen, que sigue su proceso de recuperación física, ver al Benzema de los últimos tiempos es para sacar la caja de pañuelos y no parar de llorar. Por lo que respecta a Cristiano, marcar a balón parado parece uno de los pocos recursos que le quedan. Ha sido esta última semana, con el mal momento de CR7 ya imposible de disimular, cuando han empezado a salir a la luz los demonios, amordazados hasta entonces por la ‘Felizidane’, que han desvelado lo que piensa más de uno en el vestuario blanco sobre el portugués. 

Encadenar resultados positivos sirvió para tapar muchas carencias, para seguir encumbrando la figura de un ‘The Best’ que solo brilla ante los focos y para abrazarse a la cabeza de Ramos y al minuto 93 que les ha salvado tantas veces los muebles. Por no hablar de las quejas arbitrales propias y las supuestas ayudas ajenas, estribillo tan repetido como el de la cancioncita que se pregunta dónde está la MSN, que ya los ha dejado retratados. Ha costado mucho en la capital asumir errores y hacer autocrítica. Con decir que hace pocos días el debate era la sonrisa de Zidane, está dicho todo. Ya no era mirar hacia otro lado, era ceguera absoluta. Cuando la evidencia ha sido aplastante, ya ha sido demasiado tarde. Si la temporada pasada el esperpento del caso Cheryshev les apeó de la Copa del Rey, esta vez no ha sido una individualidad sino todo un colectivo. Los que pitaron este fin de semana en el Bernabéu tenían más razón que un santo y no les hizo falta una ouija para augurar el desastre. Adiós, triplete, adiós.