Pakistán: Una pista de esquí contra los Kalashnikov de los talibanes

Esquí

Matee Ullah Khan y algunos entusiastas son los precursores del esquí en el valle del Swat / sport

Carlos R. Galindo

Carlos R. Galindo

¿Se puede esquiar en Pakistán…? Una buena pregunta. Lean…  El único centro turístico que había se encontraba en el valle de Swat, en la cordillera del HinduKush. Un lugar de ensueño hasta que los talibanes impusieron la ley sharia y arrasaron con todo lo que se había construido, como el telesilla (regalo del gobierno austriaco en el año 1980), un maravilloso hotel, que quemaron… Solo se salvaron las montañas y, lógicamente, la cima de la pista de Malam Jabba. Pues bien, los chinos acaban de construir un nuevo telesilla para esa estación (y único) y, además, se está edificando  un nuevo hotel para reemplazar al que destruyeron  los talibanes.

Los talibanes declararon al esquí como un deporte “no islámico”, por lo que pasó a estar prohibido. No contentos con eso, incendieron las instalaciones tras un ataque despiadado, informó Reuters. Años después, los vecinos de aquel lugar, conocido como “la Suiza del Pakistán”, pudieron disfrutar de un primer campeonato internacional de esquí el pasado mes de enero.

Los puestos de control del ejército abundan y todos los policías van armados hasta los dientes. No se permite fumar, está prohibido el alcohol y también el queso suizo Raclatte y, en lugar de los ricos menús cotidianos, sólo se ofrece a los visitantes curry de lentejas y hamburguesas de kebab fritas. Acceder a las pistas supone afrontar un camino tortuoso por caminos arrasados por la guerra. Un autobús público conduce hasta las nuevas instalaciones y muchos de sus visitantes ven (y tocan), por primera vez, la nieve. Surge una nueva Pakistán que muchos no sabían que existía y, a medida que mejora la seguridad y prospera una nueva clase media, las pistas se empiezan a llenar de curiosos. Casi nadie esquía; sólo unos pocos privilegiados educados fuera del país o turistas accidentales. Pero una nación de 200 millones de habitantes da para mucho. Empiezan a florecer casas de huéspedes, pequeños albergues y algún gran hotel de 13 pisos de altura, 60 habitaciones e, incluso, un pequeño zoológico que construye un magnate que ha invertido 1,5 millones de dólares.  

Penúrias y caos

Los esforzados monitores que enseñan a esquiar en Pakistán utilizan esquís de fabricación casera, diseñados con un par de planchas de madera más o menos lisas,  unos zapatos viejos, de medida ajustada, clavados en su posición, no utilizan fijaciones. Los bastones suelen estar hechos con ramas robustas cortadas de los árboles locales… Los gorros de lana, tejidos a mano, son el único guiño a la moda de ropa de esquí.

No muy lejos de este lugar, en Mingora los talibanes colgaron a los opositores al régimen de los postes de la luz. Son las dos caras de Pakistan.  Mientras tanto, los militantes islámicos pierden territorio pero los talibanes y otras facciones, incluido el Estado Islámico, todavía llevan a cabo incuriones bélicas a gran escala e, incluso, bombardeos. La guerra no ha terminado.  Una serie de ataques perpetrados la semana pasada en las cuatro provincias de Pakistán y en dos grandes ciudades, dejó un balance de casi un centenar de personas muertas y sacudió el sentido de que lo peor de la violencia podía haber quedado atrás, informó Reuters.

Antes de los ataques del 11 de septiembre en Estados Unidos, los extranjeros representaban la mayoría de los turistas de Pakistán. Hoy, las embajadas occidentales aconsejan no visitar gran parte de ese país.

El valle está ubicado entre el final del Hindukush la Cordillera de Karakorum, que cuenta con el  K2 como su pico más alto (el segundo, tras el Everest). El número de turistas nacionales fue de 700.000 el año pasado  por los  250.000 de 2014. El número de turistas extranjeros no llegó al 2 por ciento.