Jessica Vall, hasta donde el agua la lleve

Jessica Vall posó para SPORT

Jessica Vall posó para SPORT / Marc Casanovas

Carme Barceló

Carme Barceló

De 6 a 9 y de 14.45 a 19. Este es el horario de Xess empapada. En seco, cuenta los minutos como si fueran diamantes para disfrutar de su marido, su perro y esos amigos que le perdonan el no estar casi nunca disponible. Ya no es la eterna estudiante de Biomedicina ni una jovencita recién llegada al medio. Aunque, eso sí, Jéssica Vall sigue entrenando a sus 28 años como si fuera el primer día y dejándose la piel en el cloro. No acumula portadas ni photocalls. Es una ‘curranta’ del agua, el medio que la tiene enamorada y que prescribe a quien la quiera escuchar. “Es el mejor antiestrés que existe -afirma la nanadora- y lo recomiendo a todo el mundo. Desconectas de verdad, cambias de medio y te permite estar contigo mismo y con tus pensamientos”. Muchos de los suyos se encaminan a Budapest, a ese Mundial que la espera este verano si consigue la mínima en abril. Atrás queda aquella medalla de bronce conseguida en Kazán que la elevó a los altares de este deporte y que le permitió sacar la cabeza en los medios. “Nos cuesta mucho conseguir visibilidad y la necesitamos para tener patrocinadores”, explica Vall. La historia de siempre. La que escuchamos día tras día en boca de esos deportistas de élite que ganan medallas en disciplinas minoritarias pero que no se codean con Messi. “¿Leo? Uffff... Es el mejor. No hay otro como él. Soy muy culé y creo que Guardiola marcó un antes y un después. Su trabajo y su persona trascienden más allá del fútbol”. Los partidos del Barça son la excusa “para quedar con mis amigos, a los que veo muy poco. Entienden mi dedicación a la natación pero a veces me siento culpable por no estar cerca cuando me necesitan”.

Sacrificio. Esfuerzo. Entrega. Llegar a este shooting en metro después de entrenar desde las 6 de la mañana. Comerse un bocadillo corriendo en un bar para llegar al siguiente. Mañana, más de lo mismo. Ocupar el domingo, su único día de fiesta, en hacer coladas y pasar la aspiradora en casa. Y así, hasta el Mundial de Budapest este verano y hasta donde el agua la lleve. “Esperaba mucho más de los Juegos de Río y no pudo ser - se emociona al recordarlo-. Lloré dos días seguidos. No tenía consuelo ni de día ni de noche. Te juegas años en segundos y no lo conseguí”. Su respuesta fue decirle “no” a las vacaciones. Llegó de Brasil y se puso a entrenar. “Soy extremadamente competitiva -dice Xess con contundencia- pero racional. He buscado siempre las mejores notas, las mejores marcas... Quiero seguir luchando y el próximo Mundial es mi objetivo”. Jéssica Vall lo tiene más claro que el agua. Porque ella lo vale.