LA ENTREVISTA

Luis Roso: "El boxeo y la escritura tienen mucho en común"

Presenta su debut ‘Aguacero’ (Ediciones B), una novela negra ambientada en los años cinquenta cargada de antihéroes y una fina ironía  

El escritor Luis Roso debuta con su primera novela `Aguacero¿

El escritor Luis Roso debuta con su primera novela ‘Aguacero’ / sport

dídac Peyret

De su biografía llama la atención  su vinculación con el boxeo. ¿Qué le atrae de este deporte? 

Realmente, más que el boxeo me atraen  las artes marciales en general. Comencé con 15 o 16 años y, seguramente, le he dedicado más horas a las artes marciales que a escribir. 

¿Le ve alguna similitud entre el proceso de escribir y el boxeo? 

Son dos cosas distintas, pero que tiene mucho en común. [Se lo piensa]. Al final, las artes marciales son una actitud frente a la vida que luego te vale para todo. Cuando comencé a escribir la novela yo tenía muy claro que no quería escribir relatos o un blog. No. Yo quería que fuera una novela potente. Que mereciera la pena.  Pues yo, cuando boxeo, es lo mismo: no me gusta mucho usar el ‘Jab’ [el golpe más básico del boxeo]. No soy de dar golpes al aire; voy al cuerpo a cuerpo y a muerte. Pues es un poco esa filosofía. 

¿Cómo vivió la muerte de Ali?

Pues imagínate; tengo a Muhammad Ali en el escritorio desde hace años. Desde la parte deportiva para mí fue un renovador en todos los sentidos, pero fue mucho más allá del aspecto deportivo. Es una figura deportiva de las que ya no hay. Ali, Maradona...  Gente que tiene algo más; un trasfondo social o político. Hoy en día los deporistas no tiene ese componente de figuras históricas. 

¿Qué le hacía tan especial?

La irreverencia que tenía. Ali flotaba como una mariposa en pesos pesados, que es algo que no había hecho nadie en esa época. Era completamente impensable y revolucionó la forma de entender el boxeo. El mismo atrevimiento que tenía dentro del ring, bajando la guardia y prácticamente burlándose del rival encima del ring, lo tenía fuera. Piensa que se enfrentó  al gobierno americano y dejó la religión cristiana para hacerse musulmán. Ali era eso: la irreverencia de hacer lo que le diera la gana en cualquier ámbito de la vida si le salía de dentro.

Antes de dedicarse a la enseñanza y a la escritura, usted trabajó en el campo, ¿con qué se queda de esa experiencia?

Aprendes mucho en el campo porque, al final, en la universidad, aprendes pensamiento crítico, datos, pero cuando sales a la calle nadie te preguntan por los poemas de Góngora. En el campo aprendes a saber lo que es tener un jefe, a trabajar ocho horas. Tienes que madrugar, te duele la espalda. Aprendes el compañerismo, la picardía de saber escaparte unos minutos... ese tipo de cosas que se aprenden fuera de la universidad. Me acuerdo que luego llegaba a la facultad con las manos en carne viva y pensaba: ¡Jope! Aquí se vive estupendamente. 

También trabajó en un hotel de lujo. ¿Qué aprendió de aquello?

Que no valgo para trabajar ahí. [risas]. Pero solo estuve un par de semanas. La conclusión que saque es que estaba mucho mejor en el campo con la espalda rota que aguantando a los clientes en el hotel. 

Hay gente que escribe libros de perfil autoconfesional, en su caso hace novela negra. Supongo que ahí se genera más distancia. ¿Hay poco de usted en su libro ‘Aguacero’?

A ver, por más que esté ambientado en una época que no es la mía, o que sea un género como la novela negra, al final siempre hay mucho de uno mismo. Por ejemplo la ironía, porque es un aspecto que no se puede sacar de la manga si uno no tiene humor. Si no lo tienes no puedes crear personajes con esas características.  Es imposible. Pero no hay ningún personaje en el que me vea representado o que sea como yo, pero al final tiene que haber una parte importante