Sport & Style

Javier Hernanz: "Mi momento ha de llegar, seguro"

Javier Hernanz vive en la élite del deporte y también la sufre. Es uno de los grandes del piragüismo, una más de esas disciplinas minoritarias que nos dan muchas alegrías y que cuenta con muy pocas ayudas

Javier Hernanz se prepara para intentar ir a los próximos Juegos

Javier Hernanz se prepara para intentar ir a los próximos Juegos / sport

Carme Barceló

"El mundo no se para para verme pasar a mí, así que... ¡a seguir luchando". Te lo dice el mismo que fue subcampeón del mundo de piragüismo con 20 años y que ahora, con doce más, tiene un impresionante historial plagado de éxitos y algunos batacazos. La historia se repite como con tantos y tantos otros. Deportistas de élite, verdaderos cracks en sus disciplinas y esforzados hombres y mujeres que aparcan una vida más cómoda en su lucha por un podio. Consiguen visibilidad sólo cuando logran la medalla en unos Juegos o en un Mundial. Y suele ser un rincón en la portada o diez segundos en un informativo si ese mismo día Messi Cristiano se han levantado de mal humor. "Hace unos meses era un mileurista. Ahora soy un ceroeurista. Y sigo entrenando con las mismas ganas. Eso sí que no cambia". Javier Hernanz perdió su beca hace un año y compagina sus estudios de Derecho con campañas publicitarias y colaboraciones periodísticas. "Tuve que dejar 'El Chiringuito de Neox' porque no podía acabar el programa a las 3 de la madrugada y levantarme a las 7 para entrenar. O se hacen las cosas bien o no se hacen –explica- porque mi objetivo es conseguir la plaza para los Juegos Olímpicos de Río y me lo juego todo este mes de agosto".

Nació en Arriondas, un pueblo asturiano cuyos habitantes nacen casi subidos a una piragua. Destacó desde muy niño pero supo enseguida que le iba a costar muy caro -en el más amplio sentido de la palabra- dedicarse a su pasión. “Mis padres me han ayudado y apoyado siempre -reconoce con cariño- y en casa he vivido la cultura del esfuerzo. Mi madre aún se levanta a las 5 para ir a trabajar a la confitería y a las 11 de la noche las ves trasteando en casa diseñando magdalenas nuevas. Sé lo que cuesta cada miga de pan y cada segundo ganado al cronómetro”. Le llamo este jueves para rematar algunos detalles de reportaje y descuelga el teléfono agotado. Su rutina de entrenamiento diario es brutal. “Hoy no ha sido un día de los más fuertes -cuenta Javier- porque me he levantado a las 7, he hecho hora y media de bici, he ido al agua un par de horas, comida, algo de siesta, una hora de estudio y por la tarde tres horitas más entre agua y gimnasio en la Blume". 

El 23 de agosto se lo juega todo en Milán, en ese campeonato del mundo que le puede llevar a Río de Janeiro. El piragüismo es un deporte que ha dado grandes alegrías a España. Admira a David Cal y a Saúl Craviotto, al que considera “un ordenador. Es único. Siempre compite bien. Va al límite, nada le echa abajo. Además, es un excelente amigo, un trabajador nato, un tipo humilde y un compañero como pocos”. ¿Y cómo es Javier Hernanz? "Pues un 'currela de cuidao' -dice riendo a carcajadas- con un tesón y una capacidad de trabajo bastante grandes. He pasado momentos críticos y he sabido reconstruir la motivación. Mi momento ha de llegar, seguro. Ahora veo el deporte de otra manera, lo disfruto más”.

Comparte su vida con una deportista de élite como Mireia Belmonte, de la que prefiere no hablar demasiado. Pero Javier no puede ni quiere evitar decir lo mucho que la admira, “lo que le apasiona el deporte, lo que se sacrifica. Entrena más que yo, tiene los pies en el suelo y me motiva muchísimo. Me aporta una gran estabilidad, entendemos nuestras carreras perfectamente y es una de las personas más inteligentes que conozco”. 

Con el Mediterráneo a dos pasos, un arroz negro espectacular que compartimos en el restaurante Pez Vela y la mirada puesta en el horizonte, Javier Hernanz sabe que quiere seguir luchando, entrenando, peleando sponsors y leyendo regatas. El mundo no se para ni para él ni para nadie.