LA ENTREVISTA

Domingo Catalán: "Me han matado; no me dejan correr"

Cuando casi nadie sabía lo que era el running, él ya era una figura. Han dicho de él que es el Messi de las carreras del ultrafondo. Ahora, su cuerpo ha dicho basta. Sus dos rodillas maltrechas no dan para más.

Domingo Catalán, en una de sus maratones

Domingo Catalán, en una de sus maratones / sport

Carlos Galindo

¿Cuántas maratones?

Mmmm… Déjeme pensar (transcurren unos segundos). Lo siento, no lo recuerdo. En realidad, nunca me importó el número...

¿Y eso? 

Me he dedicado a disfrutar del deporte y no a sumar carreras. Si quiere que le sea sincero, ni siquiera me acuerdo de mis mejores marcas… Nunca le he prestado demasiada importancia a esos detalles.

Algo impropio en un fondista, como sabrá…

Sí... (se ríe). Soy un bicho raro. Siempre lo he sido. Me alejo de los cánones habituales. 

Me dicen que lo está pasando mal.

Peor que eso, estoy hundido. El médico me dijo la semana pasada que no debía volver a correr nunca más. 

¿Perdón…?

Tengo las dos rodillas destrozadas. El doctor Termes, de la Clínica San Honorato (Avenida Tibidabo, Barcelona) me diagnosticó artrosis degenerativa. Dijo que si seguía corriendo acabaría en silla de ruedas. Me lo pintó muy negro, la verdad. Me asusté. Me temo que mis días como fondista han acabado.

¿Cómo se siente?

Jodido, la verdad, muy jodido. Ha sido un palo gordísimo. Después de 50 años corriendo, esto es duro. Es algo que no me esperaba aunque... (se emociona).

Aunque…

Hace ya algunos años que no funciono bien. En realidad, es algo que se veía venir… Supongo que es el desenlace natural a una vida de desenfreno sobre el asfalto. Tengo 66 años y empecé a correr a los 16, en 1964. 50 años rodando son muchos como para que el cuerpo no pase factura. Ya ve... me llegó la hora; después de tanto tiempo... Imagino que las piernas han dicho basta. El problema es que la cabeza me sigue pidiendo rodar… La fuerza de la costumbre, supongo. 

¿Qué hace para quitarse el ‘mono’ de las carreras?

Ahora estoy en mi pueblo (Novales, Huesca, de unos 200 habitantes). Me dedico a caminar un poco, algo de ‘bici’, el huerto y, sobre todo, a leer. Es la única forma de mantener la cabeza ocupada y no pensar. La lectura me está ayudando mucho. 

Pero…

Ya me quedan pocas esperanzas. Me han matado. Toda la vida siendo fondista, no es extraño que ahora sufra una artrosis galopante. Me duele hasta el aire que respiro. 

¿Se arrepiente de algo?

De nada. Es más, si volviera a nacer, correría aún más que antes. En mi buena época, me retenía, incluso me dosificaba. Pensaba en mis próximos compromisos (nota del periodista: no es verdad; era un trotamundos que lo corría todo). Ahora no me perdería ni una sola prueba. Pensará usted: ¡qué burro es...! Ya sabe que soy aragonés; de perdidos al río. El cuerpo ha dicho basta pero no por eso deja de joderme.

¿Qué ha significado correr en su vida?

Todo; absolutamente todo. Gracias a este deporte viajé por el mundo, conocí a gente, a mi propia esposa, hice muchos amigos, incluso disputé alguna carrera buena (se ríe abiertamente, con esa franqueza suya que le caracteriza). 

No sea modesto... 

No me puedo quejar, la verdad. Dos veces campeón del mundo de los 100 kilómetros, una subcampeón, un tiempo de 2h.17:46 en maratón... Es un buen bagage.

¿Cómo le gustaría que le recordase la gran familia del running?

Con afecto, como alguien que se esforzó al máximo y que se sacrificó por este deporte. Fui honesto y amigo de mis amigos. Pero, sobre todo, leal.

Por cierto, ¿qué le parece el ‘boom’ registrado por este deporte en los últimos años?

¡Uffff...! Es impresionante. Si me llegan a decir que un día corren casi 20.000 personas en la Maratón de Barcelona, los mando a paseo. Es un milagro que por fin se ha producido. Ahora me viene a la memoria Ramón Oliu, que fue el inspirador de la carrera. El siempre dijo que si se organizaba con profesionalidad, acabaría triunfando, como así ha sido. El tiempo le ha dado la razón... 

¿Qué sintió el domingo, cuando los corredores tomaron la salida y usted se quedó ‘en tierra’...?

¿Quiere saberlo? Se lo diré... Me puse a llorar. Lloré muchísimo; lloré de pena y también de rabia. Lloré...

El mundo del atletismo le debe un homenaje a esta atleta que llegó a Barcelona el 5 de agosto de 1962: “El día de la gran nevada”, recuerda y que ha dado su vida por esta ciudad y por el running. Un tipo noble y leal.