MIS CHARLAS CON KUBALA

El espíritu de Roma contra el síndrome de Berna

Josep Mª Fonalleras

- De veras que no sé por donde empezar, Kubala.

-Hemos vivido tan intensamente, estos días, Fonalleras, que tampoco sabría decirte con qué me quedo.

-Yo eso sí lo sé. Me quedo con los gritos de ánimo justo después del gol de Torres. Eso no se había vivido nunca. Lo más destacado de la época Guardiola será, al fin y al cabo, este cambio profundo en la afición del Barça.

-A ver si tienes razón. Una derrota como la del martes puede incluso ser calificada como dulce. Conozco a muchos que se fueron a dormir tristes pero con una sensación como de deber cumplido, incluso como si se tratara de una derrota necesaria.

-¿Cómo?

-Deja que me explique. No ha habido, en los años de Guardiola, ninguna tristeza como la del Chelsea. No lo fue la del Sevilla en la Copa ni tan solo la del Madrid en la final. Puede compararse con la semifinal del Inter, pero de la manera cómo se produjo, inexcusablemente, la más dolorosa ha sido la de este martes. Por la sensación de control total, por el dominio absoluto, por la repetida mala suerte, por la acumulación de circunstancias adversas, por el fallo de Messi, por los postes. Y, aun así, se trató de una eliminación que no produjo, o no debería generar, esa sensación que nos quedó después de Berna. Recuerdo que Juan Cruz, el escritor, dijo que “el Barça es un equipo que vive cerca del precipicio del drama porque tiene instalado en el alma el espíritu de Berna”. Después del martes, no pasará igual. Eso ya lo hemos superado con creces.

-Pero sigo sin entender lo de “derrota necesaria”. A ver si te explicas, Kubala.

-A ver, Fonalleras, como puedes comprender, a mi me gustaria vivir instalado en una euforia permanente, en un no va más de victorias y laureles, pero eso es imposible. Aquí, en el fútbol, y en la vida, solo tienes la perspectiva de lo que ocurre si te sientas a contemplar el trayecto desde una tristeza mesurada que dibuje una cierta sonrisa como diciendo: que bien nos lo pasamos.

-Te veo francamente budista.

-Je, je. No te rías. La derrota no marca el fin de nada. Y en eso nos ayudó el descalabro dramático del Madrid. Dramático porque fue hiriente. Y gozoso, porque significó una especie de justicia poética. El malo sale trasquilado por culpa de sus propias pretensiones. La gran diferencia es esta. El Barça no ha salido de esta semana triste con el hachazo de Berna o con el adiós de Guardiola, sino con un renovado espíritu de Roma.