MI VERDAD

Esperanza Aguirre se ha ganado la gran pitada

Josep Maria Casanovas

VERGÜENZA Y CARCAJADAS. Juego sucio y patada sin contemplaciones a la Copa del Rey. Esperanza Aguirre se ha cubierto de gloria con unas declaraciones que han provocado vergüenza y carcajadas. Vergüenza porque pedir que se suspenda la final es una agresión a la deportividad y el sentido común. Y sus palabras también han provocado carcajadas ya que parece un chiste decir que el partido se debe jugar a puerta cerrada. Para bien del fútbol lo mínimo que hay que hacer con la presidenta de la Comunidad de Madrid es prohibirle la entrada el viernes al Vicente Calderón. Mejor que no acuda. Ni se la espera ni será bien recibida. A no ser que sus declaraciones tengan una segunda lectura y respondan a una estrategia hábilmente calculada: convertirse en el pararrayos de la pitada que se va a dedicar al palco. La reacción ha sido unánime: críticas y descalificaciones es lo que han merecido sus tonterías. Hasta su propio partido, el PP, ha salido en tromba dejándola en evidencia. Mayor ridículo imposible, hacía mucho tiempo que no escuchábamos una metedura de pata tan gorda.

RECTIFICACIÓN Y PERDÓN. Algunos políticos parecen empeñados en arruinar su credibilidad porque el prestigio hace tiempo que lo perdieron. Pero que nadie se engañe, Esperanza Aguirre buscó en el fútbol un altavoz para evitar que se hablara de errores suyos mucho más graves. Dijo lo que dijo para lanzar una cortina de humo sobre su auténtico problema, la desviación económica oculta de la Comunidad que ha dejado a Rajoy en evidencia en Bruselas. Si mienten como villanos en temas tan sensibles como la desviación presupuestaria, hablando de fútbol la dicen de juzgado de guardia, a ver si cuela. Afortunadamente su insulto al sentido común se ha disipado rápidamente. La Copa del Rey está por encima de políticos que, para mantenerse en el cargo, son capaces de envolverse en la bandera española, hablar de ultraje al himno y quedarse tan panchos. En fin, no merece ni una línea más Esperanza Aguirre. Si tuviera dignidad y vergüenza, rectificaría y pediría perdón.

UNA PITADA ANUNCIADA. Las declaraciones han servido para echar sal y pimienta a una Copa del Rey que no necesita aliñarse con provocaciones políticas. Hay que respetar que los aficionados se expresen libremente. Hace tres años el Rey fue protagonista de una sonora pitada en Valencia y no pasó nada. Mejor dicho, sí que pasó. Se cargaron al director de deportes de TVE que cometió la torpeza de dar la orden de bajar el sonido de la grada y aumentar la potencia del himno para acallar el sentimiento de las aficiones vascas y catalanas. Una destitución ganada a pulso. El problema es que ahora nadie tiene autoridad para cesar a Esperanza Aguirre, porque de verdad, por sus desafortunadas palabras, se lo merecería. En el fondo la presidenta de la Comunidad de Madrid ha provocado el efecto contrario, provocar el enfado de los aficionados que a buen seguro se harán escuchar. En definitiva, lo que pase el viernes antes del inicio del partido es la crónica de una pitada que no va a sorprender a nadie.