mi verdad

Cuando no brillan los cracks, aparece la fuerza del equipo

Messi y Suárez muestran su alegría después del 0-2 en el últilmo suspiro del choque

Messi y Suárez muestran su alegría después del 0-2 en el últilmo suspiro del choque / sport

josEP mª Casanovas

JUEGAN CON LA CABEZA. No fue un gran partido del Barça, pero lo importante es que consiguió una victoria valiosa. Esto es lo que se debe exigir a un equipo que quiere ser campeón. Que gane en los campos donde los tropiezos se pagan caros. Con un fútbol eficaz, sin jugar de cara a la galería, consiguieron los tres objetivos en juego. Sumaron los tres puntos, consolidaron el liderato e igualaron el récord de 28 encuentros sin conocer la derrota en la Liga. No se puede pedir más a una matinal futbolística que puso en evidencia que la madurez de este equipo le permite jugar de forma inteligente, dosificando el esfuerzo y marcando el ritmo del juego. A veces da la sensación de que están programados por una computadora y juegan en función de las posibilidades que ofrece el rival.  Frente a un Valencia decepcionante en Copa, dieron un recital de talento y espectacularidad. Cuatro días después, frente a un Levante que plantó cara con valentía y esfuerzo, fueron a lo práctico sin importarles otra cosa que el resultado. La sensación de seguridad y confianza que transmite este equipo es total. Ayer vencieron sin poner la quinta marcha y reservando gasolina para cuando haga falta. Hace un año el triplete fue una agradable sorpresa, ahora parecen más capacitados que nunca para repetirlo. Han ganado en experiencia y madurez.

DE RÉCORD EN RÉCORD. La impresión que sacamos de la victoria en Valencia se puede resumir en tres puntos: 1) Saben a lo que juegan. 2) Saben lo que quieren. 3) Saben cómo conseguirlo. El día que los cracks no brillan a gran altura, aparece la fuerza del equipo. El Barça fue un bloque en el que la solidaridad en el esfuerzo es norma obligada. 28 partidos sin perder dice mucho de la solidez del equipo titular, que aguanta la dureza de la temporada con una entereza elogiable. Van de récord en récord. El partido número 100 de Luis Enrique en el banquillo fue la confirmación de que entre el entrenador y los jugadores funciona el piloto automático. Se entienden con pocas palabras, reman en la misma dirección y los personalismos han pasado a segundo plano. Tiene mérito que la serie interminable de procesos judiciales en los que está inmerso el club no afecten al equipo. El rendimiento en el campo supera de largo a la gestión en los despachos.