MI VERDAD

El Barça vuelve a tener un delantero centro de verdad

Luis Suárez celebra con Neymar uno de los goles marcados en París

Luis Suárez celebra con Neymar uno de los goles marcados en París / sport

Josep Maria Casanovas

DIFICULTADES SUPERADAS. Luis Suárez no lo ha tenido nada fácil en el Barça. Llegó con muy mala fama como consecuencia del mordisco que dio en el Mundial de Brasil. Superó una larga sanción que no le permitió debutar hasta finales de octubre complicando su fase de adaptación. Una vez en el equipo, vivió una experiencia en la que nunca se había encontrado. Acostumbrado a ser la estrella del Liverpool o la selección uruguaya, pasaba a cumplir un papel de secundario a la sombra alargada de Messi. Y por si fuera poco, de entrada tuvo que desplazarse a las bandas ya que el equipo estaba acostumbrado a no jugar con un auténtico delantero centro. La primera temporada para cualquier jugador extranjero del Barça siempre es difícil y complicada. Con todos estos condicionantes a la vista, hay que celebrar que haya superado los obstáculos hasta el punto de que ha llegado a la fase clave de la temporada en el mejor momento. Suárez dio en París, en la siempre exigente Champions, el salto cualitativo que necesitaba. A los arietes se les juzga por sus goles y marcar dos de bella factura en el Parque de los Príncipes ha sido como superar con sobresaliente el examen de reválida. Con una jugada personal se inventó el primer gol, prodigio de fuerza, habilidad y acierto. Firmó el segundo con una brillante culminación, engañó al portero y clavó el balón en la escuadra desde fuera del área. Luis se ha ganado la confianza del equipo y los elogios de la prensa internacional. Después de Henry y Eto’o, el Barça vuelve a tener un ‘9’ de verdad.

NI CELOS NI ENVIDIAS. En un equipo donde la influencia de Messi es tan decisiva, tanto en el campo como en el vestuario, el encaje de un elemento externo debe superar una serie de controles para no romper el equilibrio. Suárez ha superado con nota la prueba de la misma manera que lo consiguió la temporada anterior Neymar. Hay una máxima que está por encima del egoísmo y las individualidades: todo lo que es bueno para el equipo tiene que imponerse. Así lo entiende Messi que sabe perfectamente que su grandeza y reinado no se miden por goles, sino por títulos. Leo se alegra tanto de los goles ajenos como de los propios. Por eso su juego es más efectivo para el equipo brillando con asistencias que son medio gol. No hay celos ni envidias en el tridente, impera la generosidad y el compañerismo. Son tan buenos los tres, con tres estilos de juego bien distintos, que son capaces de todo. La diferencia entre Messi/Neymar/Suárez y Lavazzi/Cavani/Pastore fue abismal. Parece que juegan en otra división. El tridente barcelonista es el mejor del mundo, tan superior que puso en evidencia a los rivales ante la decepción de los jeques cataríes, que se creían tener mejor equipo. Los petrodólares no hacen milagros.