No habrá otro Messi en la vida

DIRECTOS A LA FINAL. Tardó sesenta y siete minutos en aparecer, pero cuando Messi soltó aquel zurdazo eléctrico que entró junto al palo izquierdo de la portería de Neuer, el Camp Nou enloqueció. Estaba costando abrir el marcador ante un Bayern con notable aplicación táctica y física pero nulo en cuanto a generación de fútbol de ataque. Ya antes, muy pronto, pudo marcar Suárez, solo ante el meta alemán, y Neymar en un remate a bocajarro que tropezó en un defensor. Esta era la auténtica realidad del partido, las ocasiones de gol para el Barça y un aparente control sin peligro, para el Bayern. Ocurría, sin embargo, que pasaba el tiempo y parecía que Guardiola podría volver con un empate a cero a Múnich.

Hubiera sido injusto, pero está claro que en el fútbol la calidad individual decide. Y Messi decidió aparecer por segunda vez en tres minutos. Fue el apoteosis. Balón que recibe fuera del área, avanza y sienta a Boateng con un sutil golpe de cintura acompañado de un brutal cambio de ritmo y lo clava por encima de la salida de Neuer con un toque genial con el pie derecho. El toque de Dios que tantas veces hemos visto, pero elevado a la máxima expresión y en una semifinal de Champions. El Camp Nou entró en trance y quiero pensar que el mundo entero aplaudió ante el televisor. Fue una obra de arte que dignifica el fútbol. En tres minutos, Leo se había cargado el libro de Guardiola y el cuento de la posesión.

Con Berlín en el horizonte y el Bayern roto, Neymar se encargó de sacar el billete para la final marcando el 3-0 definitivo. No hay que fiarse en Múnich, pero con este Messi no hay que temer. Sinceramente, no creo que haya otro Messi en la vida. Ni antes Pelé, Di Stéfano o Maradona, ni muchísimo menos ahora Cristiano Ronaldo ni en el futuro alcanzo a imaginar que pueda salir otro extraterrestre como él. Porque Leo no es de este mundo, ¿verdad?