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La eterna pesadilla de Messi

Leo Messi tras la derrota de Argentina en la final de la Copa América 2016 contra Chile

Leo Messi tras la derrota de Argentina en la final de la Copa América 2016 contra Chile / sport

joan maria batlle

Duele ver llorar a Messi. Sobre todo, como es el caso, cuando llora de pena y frustración. En realidad, su paso por la selección argentina ha sido una continua pesadilla que no termina, ni mucho menos, con su decisión de retirarse de la albiceleste. A Messi le perseguirá siempre este estigma, que parte de la absoluta e inigualable grandeza de su juego en el Barça, lo que minimiza cualquier otra comparación. Cuatro finales perdidas con Argentina le duelen a Leo en el alma y el corazón, pero es la consecuencia de que Argentina no es el Barça ni por calidad ni por estilo. Cuando Leo se pone la albiceleste entra en otra dimensión, en un fútbol menos evolucionado que no tiene nada que ver con el que practica el Barça. Es Messi y diez más, Messi contra el mundo, Messi contra sus propios entrenadores, que se han empeñado en meterle en un sistema arcaico en lugar de adaptar un sistema para él, que hubiera sido lo más inteligente. El caso del Tata ya es el no va más. Tanto tiempo, en el Barça y en la selección, para no hacerle un equipo y un estilo a su medida... Y ahí Leo sufre, como sufre la incomprensión de sus compatriotas, que le piden lo imposible. Y en esa pesadilla, en la comparación con Maradona, que todavía es mucho Maradona en Argentina, Leo no es feliz.

EL DESTINO. Pero se equivocan los argentinos si hacen a Leo responsable de los fracasos de su selección. Se equivocan, sobre todo, porque Messi lo ha dado todo por Argentina y porque un día, cuando siendo un chaval y escuchando solamente su corazón, decidió jugar por su país, cuando podía haberlo hecho por España. Ahí hubiera cambiado su destino. ¿Se imaginan a Leo en los mejores años de La Roja, junto a Puyol, Piqué, Busquets, Xavi e Iniesta? Seguramente hubiera sido el no va más, la más pura esencia del Barça en Europa y en el mundo. Entonces, nadie hubiera podido acusarle de no ganar un Mundial. No habría fracaso ni dolor. Pero él quería ganar con Argentina. Fue su elección y puede que algún día su corazón le empuje a intentarlo una última vez. Porque la pesadilla, la emocional, es eterna y solo tiene una manera de vencerla.