Y las portadas fueron para Messi y... ¡Bale!

El domingo no fue un domingo cualquiera, no. Ni el lunes. Ni en Barcelona ni en Madrid. Ni en Sevilla, donde Messi dio el recital de fútbol más fantástico que se pueda imaginar, hasta el punto de que podría convertirse en el punto de inflexión de la capitulación de los ‘cristianistas’, de aquellos que siguen empeñados en negar el pan y la sal a Leo, el mejor futbolista de la historia. Lo de Messi en el Sánchez Pizjuán fue determinante, ya no se admiten más comparaciones ni discusiones sobre Balones de Oro, The Best y otras martingalas. Messi decidió convertirse en el crack total, creador, pasador, director, dinamizador, rematador, regateador, goleador... todos los ‘ores’ que en el fútbol puedan existir. El Barça remontó y ganó porque él decidió que así sucediera. Sin quitar ni un ápice de mérito al resto de compañeros y a los ajustes tácticos de Luis Enrique, que quede claro, pero sin Messi, sin ese Messi divino, nada hubiera sido igual. Fue tan sublime y celestial su juego, que incluso los enemigos lo reconocieron.

CAMBIO DE CROMO. Y es que el lunes sucedió algo muy significativo. Bueno, el domingo por la tarde ya, cuando el Madrid anunció a bombo y platillo la renovación de Cristiano Ronaldo, minutos después de que pasara inadvertido en la goleada al Leganés que catapultó la figura de Bale. Florentino decidió dar un pase de gol a mayor gloria de CR7, pero hay cosas que ya no cuelan y menos después del recital, insisto, fantástico, sublime, único de Messi en Sevilla. Así que el lunes, todas las portadas fueron para Messi y las de Madrid, ¡oh, sorpresa! fueron para Bale. Era ya mucho morro seguir metiendo con calzador a ‘su’ Cristiano cuando el planeta acababa de ver a Messi como dios creador del mejor fútbol jamás visto. Y como tampoco debían estar muy convencidos de que su renovación fuera una noticia que llenara de ilusión al madridismo, optaron por cambiar de cromo. “Aquí manda Bale”, tremendo, demoledor el día que Cristiano renueva. Lo dicho, ¿capitulación?, no sé, llámenme ingenuo o soñador, pero es que desde el domingo es imposible seguir aguantando la comparación Messi-Cristiano.