LA OPINIÓN

¿Por qué Lucho renunció al estilo Barça en el Calderón?

Luis Enrique

Luis Enrique / sport

Javier Giraldo

Al entrenador del Barça le entró un ataque de conservadurismo en el momento más inoportuno de la temporada. Acostumbrados a ver un equipo ambicioso, siempre ofensivo y mirando a la portería rival, más vertical que horizontal, el Barça perdió la identidad cuando más fiel tendría que haber sido a su ideario. La intención era mantener el 2-1 de la ida, pero si hay un equipo diseñado para especular y guardar un resultado, no es precisamente el Barça. Fue decepcionante ver a un Barça tan conformista, sobre todo porque su entrenador siempre ha presumido de no serlo. En la víspera, el entrenador había prometido un equipo ambicioso y sobre todo, competitivo. Pero solo lo fue durante 45 minutos, cuando la situación obligaba a jugar a la desesperada. A diferencia de la Liga, la Champions no admite errores ni despistes. Y tampoco perdona a los indecisos o pusilánimes: lamentablemente, el Barça lo fue en el Calderón durante toda la primera parte, para sorpresa de los aficionados, incapaces de reconocer a su equipo.

COMO UN EQUIPO MENOR. “Fue una primera mitad bastante tranquila”, dijo Luis Enrique después del partido. El problema es que al equipo le convenía lo contrario: imponer su jerarquía, buscar la portería de Oblak sin complejos ni miedos, fiel a su estilo y a su manera de ser. Y por una cuestión numérica: con un gol, el Barça tenía la clasificación al alcance de la mano (al menos, la prórroga estaba casi asegurada). Pero en lugar de buscar ese gol, se conformó con el escaso botín de la ida (2-1). El tridente no apareció (Messi apenas conectó con Neymar ni con Suárez) y el equipo se conformó con la posesión, algo impropio de un Barça que siempre había destacado por su voracidad. La eliminación fue decepcionante, pero lo fue más la manera de caer, desperdiciando 45 minutos. El Barça valiente, decidido y competitivo se transformó en un equipo miedoso. Jugó medio partido como si fuese un equipo menor.