La Última

Huyendo del fango

Martí Perarnau

El año sabático que se ha tomado Johan Cruyff como articulista de EL PERIÓDICO tiene sus consecuencias: ahora mismo se echa en falta su voz siempre clara. No es que Cruyff sea el Faro de Alejandría, pues muchas de sus opiniones son bastante más que discutibles. Pero es, por naturaleza, claro y rotundo y sus palabras o consejos habrían resultado interesantes en estos últimos meses de penumbras, fuese para señalar el mal camino emprendido por un jugador, atizar a la directiva actual o marcar líneas que no conviene cruzar.

Aunque Johan sea el símbolo de uno solo de los dos grandes bloques en que vive dividido el barcelonismo, su influencia futbolística es indiscutible, salvo para radicales ciegos.

Quizás con él en activo se habría evitado algo del actual enfangamiento. Al Barça del smoking no le conviene empantanarse en batallas de barro. De hecho, una de las grandes decisiones vitales es saber qué batallas hay que librar y cuáles deben rehuirse. A este Barça de Guardiola le va bien jugar sobre alfombras verdes y veloces, manejar el balón con cariño y pasión, correr sin parar, lograr que el cuero corra más que el propio equipo, defenderse a partir de la posesión y no de los defensas, diseñar triángulos constantes en campo ajeno, buscar al tercer hombre sin parar y centrarse en los detalles, grandes o pequeños, del apasionante fútbol. Esa es su especialidad y no otra. Los 105 x 70. Cuando le sacas de ahí, cuando logras sacarle de ahí, y dedicarlo a otros menesteres, el mismo equipo celestial se convierte en una cuadrilla menor.

Si opta por hacer teatro, lo hace mal. Si pretende soltar bravatas, se nota su inexperiencia. Portavoces que comunican de manera deficiente, declaraciones altisonantes de las que pronto te arrepientes, escrúpulos que te impiden sobrepasar límites... No, el Barça no se maneja bien en ese otro territorio del fútbol y haría bien en huir rápidamente de dichas zonas embarradas y regresar a su hábitat natural, el del juego y el silencio. Esto no trata de superioridades morales, sino de eficacia: como diría Cruyff, si eres bueno en algo, poténcialo.

El Pep Team es bueno, muy bueno, jugando al fútbol, mimando el balón y callando. A esas fortalezas debe dedicar el club todas las energías por más tentador que resulte practicar el viejo juego de ver quién tiene la lengua más larga, campeonato en el que, por cierto, no se otorgan títulos y el Barça tiene todas las de perder. Frente a tantos hombretones de testosterona desbocada, la mejor receta blaugrana es bajar el cuero al césped, buscar a Xavi y dedicarse a la especialidad de la casa. El título que interesa no es el de la charlatanería.