LA ENTREVISTA

Jacinto Ela: "No le llames mala suerte"

Con 13 años fue escogido el mejor jugador del mundo tras ganar la Nike Premier Cup con el Espanyol, pero probó suerte en Inglaterra y se retiró a los 26. Ahora es educador social    

Ela colgó las botas y ahora es educador social

Ela colgó las botas y ahora es educador social / sport

Dídac Peyret

¿Cómo se siente uno cuando le escogen mejor futbolista del mundo con 13 años?

Yo sabía que no era el mejor, porque en el Espanyol también estaba un tal Albert Crusat. Él sabía tirar faltas, sabía centrar, chutar con rosca y era una bala. Además habíamos jugado contra el Barça, que tenía a Valdés y Reina. Y ahí estaba Roberto Merino, el peruano, que es el mejor jugador que he visto en mi vida. 

¿Sufrió racismo durante esos años? 

Lo noté más en el Espanyol B cuando ya jugábamos a nivel nacional yendo a algunos campos. 

¿Cómo se lo tomaba entonces?  

Cuanto más me insultaban, más ganas tenía de demostrar. Pero el racismo que se expresa con insultos, es el menos doloroso que conozco. El que duele es el que es invisible. El que está instaurado en la sociedad. Te pasa más en la adolescencia, que notas las miradas cuando te sientas en el metro o entras en una tienda. Siempre lo he visto como un complejo de inferioridad o pura ignorancia.

¿Cuándo estuvo más cerca del primer equipo?

En el último año, con 17 años. Iba a entrenar los jueves con ellos pero no me veía preparado. Notaba que me faltaba algo y ese algo era entrenar más días con ellos. Porque en el fútbol, que nadie te engañe, a ti te ponen a entrenar en un equipo bueno y al final te haces como mínimo como la media. Y luego si tienes algo de calidad extra podrás destacar. 

¿Qué jugador le impresionó más?

¿Sabes qué pasa? Que yo iba ahí y no disfrutaba. Los balones estaban más duros que una piedra ¡me cago en la hostia! Tenía que ir al cien por cien para igualarme y cuando vas con la vena, no te sientes cómodo. Tienes que estar suelto. Pero no me impresionaba nadie. Mi aspiración era pasarles a todos ellos.

¿Se fue por dinero?

Siempre se dijo, pero no fue así. No veía una confianza real. Querían que siguiera en el segundo equipo, y yo, tres años no seguía en el filial ni borracho. Porque cada año quieres un reto nuevo. Quizás me faltó paciencia, puede ser. Pero entonces pensaba: Yo no vuelve a esos campos a que me canten dos mil personas: “negro, negro”. 

Y entonces llega la oportunidad del Southampton... 

Sí. Ahí fui el mejor jugador que fui nunca, pero no jugaba. Estaba con los reservas. Me fichó un entrenador y le echaron. Y llegó otro, el escocés Gordon Strachan, que ya me había intentando fichar antes para el Coventry, pero me hizo el vacío. Al año siguiente le pedí a mi agente una cesión. 

Los jugadores ingleses tienen fama de hacer excesos con la bebida ¿Tuvo esa sensación?

¿Qué pasa, que en España no se sale de fiesta? ¡Maldita sea! Aquí se sale, vamos, como cosacos. Ahí salen, pero terminan a las dos. Aquí salen y terminan a les seis. Y aquí entrenan dos horas y se van para casa. Ahí entrenan y se queda a comer. ¿Beben? Sí claro. Beben un montón, pero es que los futbolistas son los deportistas que más beben.   

Después del Southampton y una mala experiencia con el Hércules, donde sufre una grave lesión de rodilla, llega incluso a probar con el Barça B... 

Sí, fue una prueba clandestina. Otra cagada. Me lesioné muscularmente porque llevaba más de un mes de vacaciones. 

Y ahí coincide con Messi ¿Qué impresión le dio? 

Pensé: ‘Pobre chaval, qué marginado”. Así que traté de ayudarlo. Estábamos haciendo un rondo y le dije: ‘Va, ponte’. Y me respondió (pone acento argentino): “No. Estoy tocado, estoy tocado”. Con el tiempo me di cuenta que era Messi y que lo tenían como una superestrella.

¿Cuándo empezó a pensar en la retirada? 

Con 19 años pensaba: si con 24 no estoy en Primera, me retiro. Y aguanté hasta los 26. Estaba en el Premià y dije bueno: para jugar en equipos de Tercera me pongo a trabajar como las personas normales. No voy a empezar a trabajar con 32 años; ni que fuera bobo. Y cuando cerré un trabajo para ser tripulante de tren, me dije: se acabó.

¿Qué le faltó para estar en la élite? 

Jugar bien cuando tocaba y no haberme roto, quizás. A mi me dicen: es que tú tuviste mala suerte. No. Pregunta cuanta gente ha vivido en seis ciudades, ha ganado tanto dinero jugando a fútbol. Yo llegué donde llegué, pero no le llames mala suerte. Hay gente que le gusta más el fútbol que a mí, gente que le apasiona, que hubieran pagado por hacer la mitad de lo que hice yo.

¿Nunca le apasionó el fútbol?

Me gustaba, pero era futbolista porque se me daba bien no porque hubiera soñado con ello. No me recuerdo jugando con mi padre a una pelota. Quería ser el número uno, pero no para darme golpes en el pecho. Quería serlo para criticar el racismo, la pobreza y la injusticia social. El fútbol era solo un medio y lo tenía claro con 14 años. Leía libros de Oxfam y quería ser como George Weah.