FINAL FOUR ESTAMBUL

Panathinaikos: Final Four, hábitat natural

El Panathinaikos no entiende de estados de forma, de favoritos, de trayectorias o de pronósticos. 4 títulos en los últimos 10 años avalan a uno de los conjuntos con más solera en Europa

Sergio Vera

Se desenvuelven a las mil maravillas y han hecho de la Final Four su particular retiro de final de temporada. Este es el Panathinaikos.

Poco importa que los griegos tengan que medirse contra la 'más fea' en semifinales, el CSKA Moscú, porque si algo les sobra para afrontar este tipo de citas es confianza, experiencia y saber estar. Con un maestro como Obradovic en los banquillos, el Panathinaikos está capacitado para sufrir y derribar los muros que tratan de impedirles el paso hacia sus objetivos, como cuando la pasada temporada se deshicieron del favorito Barça Regal en cuartos de final. Un partido, una batalla: esa es su razón existencial.

La 'vieja' guardia de los griegos es un seguro de vida y llegan a Estambul después de protagonizar una brutal lucha en la eliminatoria de cuartos de final contra el Maccabi en la que ofrecieron todo su potencial antes de la gran cita sacando adelante un quinto partido a cara o cruz en un final no apto para cardíacos decidido en los últimos segundos con dos tiros libres de Diamantidis.

DIAMANTIDIS Y LA 'VIEJA GUARDIA'

Inevitablemente, hablar de Panathinaikos es hablar de Diamantidis. El base griego es el alma de un conjunto que juega al son que él marca. Dirige con maestría, anota cuando se le necesita y nutre a los suyos de balones para generar todo el juego ofensivo del equipo.

El base es la pura extensión de Obradovic en la pista y refleja el carácter ganador de un equipo curtido en mil batallas. Su participación en esta Euroleague, una vez más, ha vuelto a ser determinante: es el cuarto más valorado con 17 de valoración y promedia 11,3 puntos y 5 asistencias por encuentro en 30 minutos de juego.

Aunque más allá de los números, Diamantidis suma en decenas de aspectos imposibiles de plasmar en una simple estadística. Esa es su grandeza. Es el líder de un equipo en el que el 'eterno' Jasikevicius le guarda la espalda para darle un respiro de calidad incuestionable.

Pero pensar en Diamantidis es hacerlo también de Mike Batiste, ejecutor en miles de sus asistencias. Su compañero de batallas sigue manteniéndose como uno de los grandes referentes interiores del baloncesto europeo y su binomio con el griego es indisoluble. De su juego en el pick and roll surgen gran parte de los puntos conseguidos por el Panathinaikos y, pese al paso de los años, su excelente condición física le permite dominar como antaño.

NACIDOS PARA LA FINAL FOUR

Si Batiste y Diamantidis son los emblemas del Panathinaikos dentro y fuera de la pista, no son menos importantes las piezas que ayudan a engranar la maquinaria de 'guerra' pensada por Obradovic para tumbar a los gigantes que se cruzan en su camino.

Por un lado, Nick Calathes y David Logan intercambian minutos en el '2'. El primero, con una capacidad de sacrificio fuera de dudas y un creciente protagonismo ofensivo; el segundo, de clara vocación ofensiva reencontrándose consigo mismo tras su decepcionante paso por el Caja Laboral. Por otro lado, Romain Sato ofrece esa capacidad atlética en el '3' bien complementada con el trabajo oscuro de Kaimakoglou en el '4'. Equilibrio a partes iguales.

El engranaje del Panathinaikos encaja a la perfección para un técnico como Obradovic capaz de sacar el máximo rendimiento de su plantilla. Todos corren, todos trabajan, todos sufren. Uno de los secretos del serbio es hacer creer a sus plantillas en que todo es posible si trabajan como nadie para ellos. La palabra 'equipo' cobra especial sentido con él en el banquillo ante un grupo de hombres que tiene fe ciega en su 'guía' .  El motor de un conjunto en el que todos saben qué hacer en cada momento.

La pizarra del serbio echa humo cuando se acercan las citas importantes y con un baloncesto sencillo, por conceptos y con la misión de correr los menos riesgos posibles vuelven a presentarse en una Final Four aspirando a todo. Sin errores, no hay fracaso posible. Esa es la receta del PAO. La receta del vigente campeón.