LA PAÑOLADA

Primera Luisenricada

Luis Enrique

Luis Enrique / sport

Ernest Folch

El mes de agosto, en el fútbol, produce un curioso espejismo. Quizás influidos por nuestro estado de ánimo festivo, tendemos a pensar que nada de lo que sucede tiene demasiada importancia. Y sin embargo, este agosto ha servido para poner encima de la mesa muchas más cartas de las que nunca hubiéramos imaginado. El Barça se ha visto obligado a empezar a medir sus propias fuerzas en las dos Supercopas y en el triple duelo contra el Athletic, que por sus exigencias ha dado una más que valiosa información sobre las virtudes y defectos del equipo que quizás en otras circunstancias habríamos tardado más tiempo en descubrir. La sucesión de situaciones comprometidas y de gran presión que el Barça ha tenido que afrontar este agosto provocaron que en el minuto 18 del pasado domingo en San Mames Dani Alves se lesionara y Luis Enrique se viera contra las cuerdas, con Piqué lesionado y el equipo seriamente desprotegido.

El entrenador azulgrana se lanzó a la piscina y optó por una solución de altísimo riesgo que podría haberle provocado un alud de críticas de haber salido mal. Pero salió redondo y el resultado ya es conocido: entró Sergi Roberto como lateral, reventó al Bilbao y completó su primer gran partido en el Barça. Y a pesar de su gran actuación, la noticia no fue el partidazo del canterano sino la osadía de Luis Enrique, que hizo su primera genialidad, una aportacion que merece ser recordada como la primera ‘luisenricada’, a la altura de aquellas ‘cruyffadas’ o ‘guardioladas’ que tantas satisfacciones nos dieron. La irrupción de Sergi Roberto en San Mamés deberá ser por supuesto confirmada en los próximos partidos, pero antes de que nos echen agua al vino, es un síntoma para empezar a pensar que el entrenador del Barça tiene ganas de imprimir su sello más allá de su obsesión por el físico que siempre le ha caracterizado. A medida que avance el año sabremos si esta genialidad se consolida o es otro espejismo de agosto, pero de momento nos deja una lección: a la larga solo triunfa quien arriesga.