palabra de director
El poder de los jugadores
Ya sabemos que en el Barça un mismo acontecimiento puede ser bueno o malo en función del momento del equipo. ¿Se imaginan este viaje relámpago de Neymar o el Periscope de Piqué al final de la temporada del Tata Martino, con un proyecto en crisis y lleno de dudas? De coincidir estas dos noticias peculiares con un mal momento deportivo, es más que seguro que el club hubiera implosionado y todavía buscaríamos los trozos por los rincones. Pero como la pelota entra y además convence (en el Barça no basta que entre a secas, como nos reconocía Rakitic), lo que podía ser conflictivo pasa a ser comprensible, y lo aparentemente gamberro se percibe como gracioso. Pero que el entorno del club tienda a ver las noticias en función del estado que vive el equipo no es precisamente una buena noticia, aunque hoy pueda parecerlo. Porque ningún estado de euforia debería provocar la suspensión de la capacidad de juzgar la realidad azulgrana. Dicho de otro modo: las victorias no pueden suplantar los debates. Y el viaje de Neymar, que se autorizó tras un pacto interno entre Luis Enrique, los capitanes y el propio jugador, tiene desde fuera una pinta extravagante, porque combina reincidencia en la provocación de una tarjeta para poder ir al aniversario de su hermana por segundo año consecutivo, con un permiso que puede ser malinterpretado por la plantilla si es que algún día vuelven tiempos de vacas flacas.
Y EL PERISCOPE. Lo mismo sucede con el Periscope de Piqué, que a parte de certificar el buen ambiente que hay actualmente en la plantilla del Barça sirvió para comprobar la incompatibilidad que hay a veces entre el espectáculo y la intimidad. El episodio ha causado inquietud en el club, que teme que la situación se le escape de las manos. La solución es fácil: que los jugadores viralicen lo que quieran, pero siempre que no sea en instalaciones del club o en viajes oficiales. Tanto el viaje de Neymar como el Periscope de Piqué ilustran el poder creciente que tienen los jugadores en el Barça y en el fútbol en general. Mandan las estrellas, el club baja la cabeza. Pero este ecosistema basa su estabilidad en que entre la pelota. ¿Y cuando no entre?
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