palabra de director

La cláusula azulgrana de Saúl

Saúl Ñíguez, jugador del Atlético de Madrid, marcó un golazo contra el Bayern

Saúl Ñíguez, jugador del Atlético de Madrid, marcó un golazo contra el Bayern / sport

ERNEST FOLCH

Ningún deporte tiene la capacidad del fútbol de producir estrellas a velocidad supersónica. Las semifinales entre el Atlético y el Bayern han servido para encumbrar a Saúl con un gol estratosférico que ha dado media vuelta al mundo. Se dice con razón que si lo llega a marcar Messi hubiera dado la vuelta completa. La proyección mundial que ha alcanzado el jugador colchonero en pocas horas sirve para recordarnos hasta qué punto una semifinal de Champions es un escaparate formidable pero también hasta qué punto es doloroso para un club como el Barça quedarse sin esta privilegiada ventana. No es el primer gran gol que marca Saúl, ni mucho menos su primer gran partido, pero escogió el momento exacto para desatarse. El destino ha querido que Saúl fuera un pequeña pieza colateral en el gran acuerdo por el traspaso de David Villa al Atlético en 2013: el Barça logró entonces un derecho preferente por el centrocampista, que le permite igualar la oferta y llevarse al jugador en caso de traspaso.

De cualquier forma, tiene una cláusula de 45 millones, un precio hoy que parece inalcanzable excepto si lo comparamos, por ejemplo, con los 40 que valió Arda, también procedente del Atlético. Que Saúl y Arda procedan del mismo equipo lleva a comparaciones tan inevitables como odiosas, que se agravan todavía más por el hecho de que juegan en la misma posición  y de que encima Saúl ha podido explotar gracias también al vacío que le ha dejado el turco. Son estos caprichos del fútbol que pueden volverse diabólicos. Es una evidencia que Saúl y Arda son hoy dos jugadores en estados de forma que se encuentran en las antípodas. Podríamos preguntarnos cuántos barcelonistas no cambiarían a uno por otro. La cláusula azulgrana de Saúl ofrece como mínimo un consuelo: alguien del club tuvo hace tres años el buen ojo y el mejor gusto de fijarse en este espléndido jugador, aunque la cláusula obligue en cualquier caso a una compleja negociación. Soñar es gratis y, en medio de la decepción que supone asistir como espectadores al gran espectáculo de una semifinal de Champions, queda la esperanza de seducir al gran e inesperado talento del momento.