SOBRE EL TERRENO

Ha ganado Rossi: Malasia aplaudió la caída de Márquez

Valentino Rossi en Malasia

Valentino Rossi en Malasia / EFE

EMILIO PÉREZ DE ROZAS

Sé que con la que está cayendo, lo que les voy a comentar es ‘pecata minuta’. Puede, sí, aunque igual les apetece reflexionar sobre ello, no porque podamos o debamos salvar al mundo, ya ven, sino porque se está convirtiendo en un hecho habitual y, posiblemente, ya no exista posibilidad de marcha atrás. Me estoy refiriendo al ‘hooliganismo’ en el deporte. Hasta la fecha ¿verdad?, esas cosas solo ocurrían en el fútbol. Y, lamentablemente, las gentes del fútbol no parecían muy dispuestas a ponerle veto al asunto. Claro que si el que tiene que liderar ese tipo de acciones se llama Javier Tebas, entonces apaga y vámonos. Recuerdo que cuando Marc Márquez habló de eso, de que el motociclismo no podía ni debía ni quería ni le convenía coger los vicios del fútbol, se refería a esto, al hecho de que sus aficionados dejasen de amar las carreras y defendiesen solo a su querido piloto.

La campaña organizada por Valentino Rossi y su ‘tribu’, respaldados masivamente por los medios de comunicación italianos, al final de la pasada temporada, aún colea y, por lo visto y oído en el trazado de Sepang, no tiene visos de apaciguarse ni desaparecer. Entre otras cosas porque aquel que podría acabar con la locura de que los espectadores, incluso los de la civilizada Australia, aplaudan las caídas de Márquez y se alegren de su mal (por suerte, Marc no sufrió lesión alguna en ninguna de las dos caídas), ha decidido contemplar todo ese bochorno desde la terraza de su casa, sin duda satisfecho del logro conseguido: que parte de la afición desee el mal de su principal rival, el mismo que le acaba de arrebatar una nueva posibilidad de éxito.

No hace mucho, en el diario ‘Marca’, Alessio ‘Uccio’ Salucci, ‘hermano’ de Rossi, declaraba que “cada mañana cuando desayunamos, le digo a ‘Vale’ que no podemos olvidar el final del año pasado ¡jamás!”. Con ese rencor es difícil disimular que el ‘Doctor’ quiera pacificar la situación y él es, sin duda, el único que puede hacerlo. Porque fue él quien lo empezó todo, como muy bien acaba de reconocer públicamente el jefe de Yamaha, el británico Lin Jarvis.