sOBRE EL TERRENo

Valencia-Espanyol, un duelo sin infartos en el palco

Galca es optimista para el duelo en Mestalla

Galca es optimista para el duelo en Mestalla / sport

EMILIO PÉREZ DE ROZAS

Puedes darle muchas vueltas pero, al final, todo acaba siendo dinero, dinero y dinero. Tú, que ya eres mayor (perdón, yo), pensaste que jamás de los jamases tus ojos verían una situación así. Y no porque no creías que alguien llegaría con dinero (ni siquiera y, perdonen, pero es así), ni siquiera con muuuuucho dinero, y se convertiría en el dueño del Valencia y, luego, o inmediatamente, en el propietario del Espanyol. Insisto y no porque pensaste que jamás sus socios y/o seguidores permitirían lo que, entonces, cuando tú (perdón, yo, yo) eras tan joven eso parecía hasta irreverente. Miren, les voy a decir por qué: porque China no era la China de ahora. Porque China, de tener dinero, y mucho, demasiado, lo tenía el país, perdón, el Estado, perdón sus autoridades. El Partido, vamos. Así que lo que acaba de suceder (y sucederá, y seguirá ocurriendo) en España, en el fútbol español, en lo que dicen es la mejor Liga del mundo, era impensable no hace tantos años. Por lo de aquella China cerrada, sin ricos, de pensamiento único y mercado exclusivo, y porque, insisto, nunca pensaste que al fútbol español, que vivía de deudas, le llegaría la hora de venderse antes de desaparecer.

DUEÑOS DE UN SENTIMIENTO. Y así (vale, sí, no es tan sencillo, pero aquí hay 2.000 caracteres con espacios) hemos llegado al punto que hemos llegado. Dos millonarios chinos siendo los dueños de algo que siempre, siempre, hemos considerado un sentimiento, una camiseta, un escudo….llámese Valencia, llámese Espanyol…quien sea.

Pero es que hoy, en uno de los estadios más importantes e históricos del fútbol español, el gran Mestalla, el viejo Mestalla (por cierto, el nuevo Mestalla está como está, otra obra inacabada), se juega un partido a vida o muerte. Bueno, en realidad muchos temen que, futbolísticamente, alguien acabará muriendo. Y me refiero a alguno de los dos técnicos. Pero, en el palco, no cambiará nada, ya que a ninguno de los dos chinos (y lo digo con muy buen tono y rollo, es decir, de los dueños chinos) les va a cambiar la vida ni medio segundo, ni 15 centésimas de segundo. En eso es en lo que hemos acabado convirtiendo al ‘deporte rey’.