SOBRE EL TERRENO

Luis Suárez, la otra maravilla

Poco importa que Luis Suárez no marque pues todo lo que hace, todo, es en beneficio del equipo

Poco importa que Luis Suárez no marque pues todo lo que hace, todo, es en beneficio del equipo / sport

Emilio Pérez de Rozas

Podría escribir de Leo Messi, pero se ha escrito tanto… que, personalmente, solo me gustaría oírle a él y, por desgracia, por mal consejo, por incapacidad de todos nosotros, él, los suyos, su familia, sus asesores, el Barça, no va a poder ser. Messi se ha negado a hablar de su gesta. Qué se le va a hacer. Una pena.

Podría escribir de ese ser tan perfecto, tan único, tan deportista y tan tenista que es Roger Federer, el símbolo de un deporte, ese caballero que nos gustaría fuese nuestro padre, nuestro hermano, nuestro hijo.

Podría escribir de Lewis Hamilton, el chico que, por fin, se ha reencarnado en el bicampeón de F1 que siempre fue porque, si algo fue este chico, fue veloz, mágico, con una cabeza construida para cosas que empeoran esa capacidad de seducir al volante.

Podría, incluso, investigando, pues solo sé de ajedrez lo mucho que me enseñó Joan Barril en nuestras partidas infantiles en el bar Sport de Santes Creus, sobre el noruego Magnus Carlsen, cabeza privilegiada donde las haya en el mundo del tablero.

Pero es martes y voy a emplear los 801 caracteres con espacios que me quedan para, en medio del elogio a Messi, a ‘Ney’, a un recuperado Busquets, a un siempre providencial Xavi, a un Piqué que está volviendo, decir que yo ya soy devoto de Luis Suárez. Me gusta Luis Suárez, me parece, también, sí, muy especial, único en la fauna futbolística que habita en las catacumbas del Camp Nou y, sobre todo, me parece un jugador tremendo, grandioso, inmenso, de aquellos que hace sin notarse, que corre sin ser veloz, que piensa pareciendo tonto, que ayuda sin aparecer en pantalla, que sirve sin parecer un camarero, que ejerce de futbolista simulando ser un funcionario.

Aún no ha marcado y me da absolutamente igual. Lo pintaron como el mismísimo demonio y es un ángel más del fútbol. Me gusta ese tío, capaz de estar rodeado de astros y, sabiéndose el rey Sol, seguir oculto tras la Luna. Pero da luz, que es lo que cuenta. Y pronto deslumbrará, cegará. Ya verán.