SOBRE EL TERRENO

Los 'mosqueteros' españoles conquistan París

Emilio Pérez de Rozas

Viejo continente.Europa. Francia. París. Vaya, París. Disneyland. Los Mosqueteros. La Torre Eiffel. Jo-Wilfried Tsonga intentando romper un maleficio que dura ya 30 años desde que Yannick Noah ganase en 1983. Y miles de espectadores deseando que el impecable Novak Djokovic eliminase al eterno campeón, al inquilino de la pista central de Roland Garros.

Viejo Continente. Europa. Francia. París. Vaya, París. Qué mala suerte, Francia, como suele ocurrir, incluso, en el Tour, pese a que luego nos acusen de estar dopados, ha presenciado, en vivo y en directo, como ese señor de la tierra, de la arcilla, ese campeón que no se rinde nunca, ni siquiera cuando lo tienen de hospital en hospital durante meses, ese modelo de deportista y persona, ese hijo, sobrino, novio y esposo que todos quieren tener derrotaba, una vez más, en el partido del inicio de este siglo (no hay mayor espectáculo que un Nadal-Djokovic en París, olvídese de los clásicos), al número uno mundial.

Y, luego, ya ven, aparece ese chico que ni parece tenista ni parece deportista, que luce andares de representante de seguros, que se impulsa con las columnas de Hércules, que corre como si fuese un maratoniano, que le pega como pegaba el gran Ali, que no se rinde jamás, ni ayer ni mañana, gane o pierda, y volatiza, en dos horas (el duelo entre los mejores se alargó hasta las 4 horas y 37 minutos), al chico del público, al favorito de París, al heredero de Noah. David Ferrer fue todo un maestro ante el mastodóntico tenista francés.

Viejo Continente. Europa. Francia. París. Vaya, París. Los dioses del deporte están preparando ya un cántico para mañana porque, gane quién gane, la tierra volverá a ser española. Y París, le haga o no gracia, deberá rendir homenaje al `quijote¿ tenístico y, quién sabe, si dentro de poco al `Sancho Panza¿ de las bicis, ese Contador bonachón, tan poco querido y, sin embargo, implacable.

Fue en Francia, vaya, país vecino. Lo malo (para ellos) es que esto aún sigue un día más. Domingo. Final.