SOBRE EL TERRENO

Esos seres superiores que no admiten tener jefe

Cristiano Ronaldo

Cristiano Ronaldo / sport

EMILIO PÉREZ DE ROZAS

Conozco y tengo amistad con uno de los mejores periodistas del Mundial de motociclismo. Bueno, no sé si decir periodista o escritor. La verdad es que escribe como los ángeles y da gusto leerle. Podría decir el nombre y hasta la publicación, muy importante, pero, ¿me entienden, verdad?, prefiero dejarlo ahí.

Viene a las motos como el que va a la oficina, porque lo que más le gusta es el fútbol y, también, el béisbol, por eso nos hicimos amigos, porque le conté que el nombre del estadio olímpico de Barcelona 92 es Carlos Pérez de Rozas, es decir, papá. Y es que Pasqual Maragall es muy grande, inmenso, y quería mucho a papá. Bueno, decía que mi amigo va a las carreras pero para él (y su diario, supongo) solo existe MotoGP. Así que él llega justo media hora antes de que empiecen los entrenamientos o la carrera de la máxima categoría. Todo lo demás (Moto2 y Moto3) es superfluo. Va con una de esas libretitas que lucía Ernest Hemingway en los San Fermines y, por supuesto, se recrea en Valentino Rossi y poco más.

Es admirado por todos y tiene dos o tres colegas, también italianos, que trabajan para él. Quiero decir que siempre están prestos a regalarle los oídos y, sí, las informaciones o declaraciones, pues la intención de mi colega es salir, siempre, el primero de la sala de prensa de cualquier circuito. En efecto, entra el último y sale el primero. El ‘puto amo’. Y lo lee todo dios. Mi amigo es de los que fue, cómo no, a los JJ.OO. de Río. Es más, te dice “yo gané 10 medallas”. Ojo: no las ganó Italia, no, las ganó él. Mi amigo es de los que considera que su jefe (de tenerlo, sí, sí lo tiene) no puede enviar a otro periodista a hacer la crónica del derbi milanista, Inter-Milán, que no sea él. Imposible.

Cuando el otro día vi a Cristiano Ronaldo enfadado porque lo había sustituido Zinedine Zidane y leí sus labios, pensé en mi amigo. En lo buenos que son los dos, en lo bien que juegan y escriben, pero en la necesidad que tienen de que alguien los baje, de vez en cuando, a la Tierra. Por mejores que sean, que lo son.