SOBRE EL TERRENO

Cuando los ídolos dejan de ser ejemplo

Cristiano Ronaldo fue expulsado en el minuto 82

Cristiano Ronaldo fue expulsado ante el Córdoba / sport

Emilio Pérez de Rozas

Tengo casi 63 años, así que lo he visto casi todo. En el fútbol, digo. He tenido un puñado de jefes extraordinarios. Yo diría que los mejores. Y ante todos he mostrado mi sorpresa por cómo se comportan los deportistas de élite, populares, ricos, a menudo engreídos, maleducados y chulos. Y mis jefes me daban todo tipo de justificación a ese comportamiento, que yo, por supuesto, no me creía porque no eran lo suficientemente creíbles como para perdonar lo que habían hecho.

Dos solían ser las explicaciones más acorde a lo que yo criticaba. Una, su escasa educación, su humilde procedencia, y dos, su juventud. Pero, claro, ninguno de esos dos argumentos evita que esos deportistas, especialmente futbolistas, se conviertan en auténticos ídolos de masa, ejemplos y, sobre todo, transformen sus vidas en una auténtica dictadura para los demás, para su entorno, para la plantilla que los acoge o el club que les paga millonarios sueldos. Es decir, son incultos y jóvenes para unas cosas y listos, pillos, interesados para otras. No pega.

Lo digo porque, en este mes de enero, los dos grandes ídolos mundiales, los dos mitos, los dos ejemplos a seguir, dicen, por millones y millones de niños (aún recuerdo a aquella maestra de El Prat de Llobregat que un día me pidió en un semáforo que le rogase a Leo Messi -como si fuese amigo mío- que dejase de escupir en el campo “porque los niños, en cuanto salen al patio, no paran de escupir porque quieren imitarle”), han protagonizado dos gestos lamentables que dañan tremendamente su imagen, aunque para ellos sea una minucia y crean que con goles y victorias los harán olvidar.

Messi no acudió al entrenamiento de Reyes de los niños y Ronaldo se mofó de El Nuevo Arcángel y la audiencia mundial fardando de escudo mundialista mientras caminaba, expulsado, hacia el túnel de vestuarios. Les une el fútbol, los goles, la fama, la popularidad, el dinero, la pasión por el juego y la posibilidad de hacer feliz a mucha gente, pero también la sobradez mal entendida. Una pena.